Page 60 - La otra cara del sol
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—Esta niña tiene madera —dijo la tía Albita satisfecha de la facilidad con la que

               Fanny asimilaba lo que le enseñaba.

               Fanny enrojeció. Pensé que a lo mejor era el momento más feliz de su vida, pues
               siempre había soñado con ser modista y saber por su profesora que tenía talento

               debía de parecerle maravilloso.

               A Tatá y a mí siempre nos había llamado la atención la moda, pero a ella le
               interesa más lo que Ismael denominaba la técnica, cómo confeccionar; por eso

               no se pierde las clases que la tía le da a Fanny. En cambio a mí me interesa más
               la moda en sí, inventar modelos, combinar, transformar. Las pocas veces al año
               que vamos a la modista le llevo modelos que he inventado, claro, inspirados
               muchas veces por los que veo en las revistas.


               Los días se han ido deslizando suavemente. Por las noches, papá sostiene largas
               conversaciones con la tía Albita, mientras nosotros miramos la televisión o
               hacemos cada uno lo que se nos antoja. Fanny ha tomado la costumbre de
               practicar lo que aprende cada día. La máquina de coser de mamá ha vuelto a la
               vida.


               Papá escribió a Mara para agradecerle la invitación y para decirle que iré, pero
               en enero, y que será él quien pagará el pasaje.


               La Navidad se acerca. Papá y la tía Albita conversan en secreto, pero sé que
               tiene que ver con los regalos.


               Un día, papá se fue a la finca de Salvador, un cuñado suyo, en la camioneta de
               un amigo y volvió cargado con un inmenso árbol de café que instaló en una
               esquina de la sala.


               —¿Por qué lo pones ahí? —le preguntó Monona con los ojos como platos.


               —Ese será nuestro árbol de Navidad —le contestó papá.

               —Pero así no son los árboles de Navidad —le replicó Monona.


               —Así es el nuestro —le dijo papá muy seguro de sí mientras ordenaba a Coqui y
               al Negro que trajeran la caja donde estaban los arreglos navideños.


               Entre todos lo adornamos y quedó precioso. Días después todos pasaban por
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