Page 68 - La otra cara del sol
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—¿Tiene tu edad ese Ismael?


               —Es un poco mayor, pero piensa como un viejo.


               —Tanto mejor, así llegará lejos, como tú.


               Lo miré interrogante.


               —Sí, sí, una niña que sueña desde ahora con ser escritora tiene algo en la cabeza.
               Supongo que te gusta leer.


               —Muchísimo, si pudiera no haría otra cosa.


               —Genial. Seguro que tienes madera; a lo mejor, si tengo suerte, me pondrás en
               uno de tus libros.


               Me puse roja, me asusté y pregunté:

               —¿Y si no logro ser escritora?


               —Eso no depende sino de ti —pronunció muy serio.


               Luego me contó la historia de su vida, cómo contra viento y marea había logrado
               ser lo que quería: ingeniero de petróleos. Era por eso que viajaba tanto.


               Un poco después anunciaron que el avión iba a empezar a bajar porque nos
               acercábamos a nuestro destino. Un vacío me hizo sobresaltar, pero Carlos me
               tranquilizó.


               —Es normal, lo mejor es que mires por la ventanilla.


               Obedecí y alcancé a divisar ese lugar que tanto anhelaba conocer.


               —¡El mar! —exclamé.


               —Me recuerdas a mi hija. También vio el mar por primera vez desde un avión.
               Estaba tan contenta que nos aturdió con sus exclamaciones. Ni se diga cuando
               fuimos a la playa. Llegamos a las diez de la mañana y nos fuimos a las seis de la
               tarde; tuvimos que sacarla del agua a regañadientes.


               Me encantaba cuando hablaba de su hija, su rostro se transformaba, se ponía
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