Page 47 - La niña del vestido antiguo y otras historias pavorosas
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—Gracias, madre. Gracias.


               Abrió los ojos. Tenía una fuerte jaqueca. De inmediato trató de saber dónde se
               encontraba. Echó un vistazo. El suelo estaba lleno de charcos de orina y sangre.


               Había huesos humanos en el piso, una charola con vísceras y cráneos. Supo
               dónde estaba. Justo en su lugar predilecto, el que más le fascinaba de las novelas
               de Infinito Verdugo. Oyó la respiración de una criatura agazapada en las sombras
               y enseguida sintió aquellos ojos inyectados de sangre penetrando en su alma.

               Respiró hondo, sospechando su destino. Como buen lector, como el mejor lector
               de esa macabra obra, anticipó el desenlace:





               Desfalleciente, se resignó a ser atrapado por aquella fiera —mitad hombre,
               mitad demonio— cuya piel de reptil secretaba un olor nauseabundo y que tenía
               sobre la frente dos cuernos enroscados y negros de mirada penetrante como

               daga. Le hundió los dedos asquerosos en la garganta a la vez que ponía su
               hocico sobre la boca y le cogía la lengua, la jalaba con sus dientes de piraña y
               la hacía suya de una mordida. Un borbotón de sangre salpicó su rostro ajado,
               lleno de cicatrices y costras. Quiso gritar pero solo expulsó algunas sílabas
               ensangrentadas…
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