Page 57 - La niña del vestido antiguo y otras historias pavorosas
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—¿Qué sucedió? ¿Pueden decirme qué pasó aquí?
—Pregúntale a él. O a su mugroso gato —el padre dio la vuelta y se retiró a
bañarse. Pero agregó—: ¡Y tenía que ser justamente encima de la alfombra!
—¿Te puedes callar de una vez?
—Encárgate tú, pues. Ahí te lo dejo. Pero por eso está así: lo consientes
demasiado.
La mujer revisó a Eduardo. Lo llevó hasta el botiquín, sacó gasas, agua
oxigenada y medicinas. Rápidamente lo atendió para cubrir las heridas, sobre
todo la del antebrazo. Eduardo no se quejó.
—Me vas a decir qué pasó, Eduardo. ¿Quién te cortó así?
Él se mantuvo callado, con la cabeza inclinada.
Ella insistió:
—¿Peleaste?
—Sí.
—¿De seguro en la calle, verdad?
—Me quisieron quitar el iPod.
—Lo suponía. A la otra se lo das, no quiero que te maten. ¿Entendiste?
—Sí.
—¡Y luego tu papá, que se pone en ese plan¡Tengo que lidiar con dos niños en
casa! ¿De qué hablaba?
—De nada.
—Por cierto, deja de ver tantas revistas japonesas, te las voy a tirar.
Eduardo sintió ganas de insultar a su madre. En el fondo era igual que su padre:
no entendían nada. Por algo no se separaban, a pesar de que eran especialistas en