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252 ALEJANDRO Y ARISTOTELES
Un moderno investigador ha llegado en su juicio histórico sobre la obra de
Alejandro a la conclusión de que “su apetito devorador no fué otra cosa que
conquista, conquista hacia el este y el oeste, hacia el norte y el sur”, explicación
que, ciertamente, no es complicada ni difícil de comprender. Pero, si Alejandro
vencía y lograba éxitos tan arrolladores como aquéllos, si destruía el poder que
hasta entonces había mantenido en cohesión a los pueblos del Asia y si, al mismo
tiempo, concebía el derrocamiento del poder anterior como la instauración de un
poder nuevo, forzosamente debía estar de antemano seguro del plan con arreglo
al cual pretendía edificar su obra, de la idea que había de orientar los primeros
pasos de la obra y darles una pauta y una medida.
LA IDEA DE A LEJA N D RO Ύ LA TEO RIA DE ARISTÓ TELES
El más profundo de los pensadores de la antigüedad y profesor de Alejandro,
Aristóteles, le asesoró más de una vez en este importante problema, aconsejándole
mantenerse ante los helenos en un plano de hegemonía y ante los bárbaros en
un plano de soberanía, tratar a los primeros como amigos y hermanos de raza
y a los segundos como a bestias y plantas. A su modo de ver, la misma naturaleza
justificaba esta distinción, pues, para decirlo con sus propias palabras, “los
pueblos de las regiones frías de Europa son pueblos valientes, pero incapaces de
desarrollar un trabajo espiritual ni de demostrar ningún talento para el arte; por
eso, aunque la mayoría de ellos viven libres, no muestran aptitudes para una vida
política ni para dominar a otros pueblos; los de Asia son pueblos de espíritu
ágil y diestros en las artes, pero carentes de valentía; por eso viven bajo la férula
de dominadores y reducidos a esclavitud; el pueblo de los helenos, que ocupa un
lugar intermedio entre unos y otros, comparte las características de ambos grupos:
es un pueblo valiente y, al mismo tiempo, fuerte por su pensamiento; por eso
goza de libertad y de la mejor vida política conocida y es capaz de dominar a
todo el mundo estando reunido en un solo estado” . Reflexión que sería acedada
si la vida de los pueblos estuviera forzosamente destinada a ser y a seguir siendo
por siempre lo que la naturaleza ha dispuesto. Pero, aun cuando la historia —de
la que Aristóteles hace poco caso—· no se encargase de desarrollar nuevas fuerzas
y condiciones, ateniéndonos solamente a los problemas que al vencedor se le plan
teaban en el Asia, es evidente que el consejo del profundo pensador pecaba de
doctrinario, era inservible para hacer frente a las necesidades prácticas inmediatas
y apremiantes y mucho más inadecuado todavía para crear un estado de cosas
viable y más aún para instaurar un régimen moralmente justificado. El filósofo
proponíase simplemente conservar y continuar la suma de lo existente; Alejandro,
en cambio, veía en la inmensa transformación que se estaba operando, en aquella
revolución que era, a la par, el resultado y la crítica de lo existente, los elementos
de una nueva estructura que trascendían del esquematismo en que las supuestas
necesidades impuestas por la naturaleza habían de ser superadas por la fuerza
de la historia, en su desarrollo progresivo.