Page 187 - Guerra civil
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GUERRA  CIVIL  I


           por  su  decisión  de la  víspera,  que les  había  mantenido en
           el  campamento;  y  en  mucho  contribuía  a  tal  opinión  la
           circunstancia de que nos  veían lanzados al  camino sin bes­
           tias  de carga y  sin  impedimenta,  de manera  que confiaban
           en  que  no  podríamos  afrontar  por  más  tiempo  nuestra
           penuria.1        3  Pero  cuando observaron  que nuestro  ejér­
           cito  daba,  poco a poco, vuelta a  la derecha, 2  y advirtieron
           que  ya nuestros  primeros  hombres  rebasaban  la  ubicación
           de  su  campamento,  nadie hubo  tan  torpe  ni  tan  holgazán
           que  no  juzgara  oportuno  salir  al  punto  de  sus  cuarteles  y
           enfrentar  al  enemigo.          4  Se  grita  “¡ a  rebato!”, y  todas
           sus  huestes,  menos  algunas  cohortes  que  se  quedan  de
           guardia,  se  dirigen  al  camino  del  Ebro.


              LXX.         1  Todo  el  problema  radicaba  en  la  presteza
           con  que uno de los dos  ejércitos ocupara  primero  los  des­
           filaderos y  las montañas;  pero  los  obstáculos  de  los  cami­
           nos retrasaban a la tropa de César, y la caballería cesariana,
           persiguiendo  a  las  huestes  de  Afranio,  las  demoraba.
           2  Sin embargo, la situación había sido llevada por los a ira­
           nianos  a  tal  punto,  de  por  fuerza,  que  si  alcanzaran  pri­
           mero  los  montes  a  los  que  se  dirigían,  en  cuanto  a  ellos
           mismos,  evitarían  su  desastre,  pero  no  podían  salvar  la
            impedimenta  de  todo  su  ejército,  ni  a  las  cohortes  que
           habían  dejado en su cuartel y a  las cuales,  rodeadas  por la
           hueste  de  César,  no  hubieran  podido,  de  ningún  modo,
           proporcionar  ayuda  alguna.               3  César  traspone  él  pri­
           mero,  el  camino y, habiendo  encontrado  entre rocas  enor­
            mes una planicie,1  coloca  en  ella  a  su ejército  en  forma­
            ción  de  batalla.  Afranio,  al  ver  ante  sí  al  enemigo,  que
           hostigaba con su caballería a  su propia retaguardia, hallan­
            do  al  paso  una  colina,  se detiene  en  ella.  .  4  Desde  ese
            sitio  manda  cuatro cohortes  de cetrados 2  hacia  un  monte
            que,  a  los  ojos  de  todos,  resultaba  altísimo.3  Les  orde­
            na  que,  emprendiendo  apresurada  carrera,  ocupen  dicho
            monte,  con  el  propósito  de trasladarse él mismo con  todas
            sus  fuerzas hacia tal  lugar  y,  cambiando  de  ruta,  llegar a



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