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GUERRA CIVIL III
—aunque César había llevado sólo doce barcos de guerra,
de los cuales cuatro tenían puente, como escolta de sus
navios de transporte— ni Bíbulo, con sus embarcaciones
impreparadas y sus remeros dispersos, pudieron acudir lo
bastante a tiempo, pues primero fue visto César en el con
tinente que corriera el menor rumor de su llegada a dichas
regiones.
VIII. 1 No bien desembarcados los soldados, esa
misma noche son regresados los navios a Brundisio, para
que pudiesen transportar a las legiones restantes y a la
caballería.1 2 Al frente de dicho menester, se encon
traba el legado Fufio Caleno,2 quien había de aplicar
rapidez al transporte de las legiones. 3 Pero, habiendo
zarpado las naves más tarde de lo oportuno y sin poder
utilizar el aura nocturna,4 fracasaron en su regreso.
3 En efecto, Bíbulo, enterado en Corcira de la llegada de
César y esperando poder dar alcance a alguna porción
de barcos cargados, encontró a los vacíos y, hallando
cerca de treinta, desahogó en ellos la cólera de su negli
gencia y de su despecho, y los incendió todos, y en el
mismo fuego envolvió a los marineros y a los capitanes
de los navios, con la mira de aterrorizar a los restantes
por la enormidad del castigo. 5 4 Concluida esta proeza,
cubrió con su flota todas las radas y costas, a lo largo y
a lo ancho, desde Sasón6 hasta el puerto de Orico,T
estableciendo vigilantes con el mayor esmero y, a pesar
del rigurosísimo invierno, durmiendo él mismo a bordo,
sin desatender ningún trabajo ni ninguna tarea, y sin
esperar ningún refuerzo para el caso de poder tener un
enfrentamiento con César. 8
IX. 1 Marco Octavio,1 dejando el Ilírico, con las
naves liburnenses que comandaba, llega a Salona. 2 Allí,
agitando a los dálmatas, 3 y a otros bárbaros, sustrae a
Issa4 de su adhesión a César. 2 y, como no había
logrado impresionar al convento cívico5 de Salona, ni
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