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GUERRA  CIVIL  III


           con  promesas  ni con  amenazas,  dispuso  asediar  la  ciudad
           (la  plaza  está,  por  cierto,  defendida  por  un  collado  y
           por  la  naturaleza  del  sitio).            3  Pero  los  ciudadanos
           romanos,  construyendo  rápidamente  torres  de  madera,  se
           pertrecharon  en  ellas  y,  resultando  ellos  mismos  endebles
           para  resistir  por  la  escasez  de  hombres,  y  abrumados  de
           numerosas  heridas,  descendieron  al  extremo  expediente,
           manumitiendo  a  todos  los  esclavos  púberes 8  y  haciendo
           cuerdas  para  catapulta  de  los  cabellos  cortados  de  todas
           sus  mujeres.7         4  Al  conocer  su  decisión,  Octavio  cir­
           cundó  la  ciudad  con  cinco campamentos,  y  se  consagró  a
           apremiar  a  los  habitantes,  a  un  tiempo  con  el  cerco  y
           con  asaltos.       5  Los  salonenses,  preparados  a  padecerlo
           todo, más que nada  sufrían por la  carencia  de provisiones,
           para  remediar  lo  cual,  enviaron  a  César  delegados  que
           le pidieran apoyo en  tal  sentido,  agregando  que,  en  cuanto
           a  las  demás  contrariedades,  se  sostendrían  por  sí  mismos
           como pudieran.           6  Y,  en virtud  de que había pasado un

           largo  espacio  desde  el  comienzo  del  sitio  y  de  que  la
           extensa  duración  del  asedio  había  vuelto  a  los  soldados
           octavianos  más  desprevenidos,  los  sitiados,  aprovechando
           la  oportunidad  de que  aquéllos  se  alejaban  hacia  el  medio
           día  de  los  muros,  situando  en  éstos  a  los  niños  y  a  las
           mujeres,  para  simular  que  nada  faltaba  a  la  rutina  coti­
           diana, 8  y  organizando  una  milicia  de  choque  con  los
           esclavos  que  acababan  de  manumitir,  irrumpieron  en  el
           campamento  más  cercano  de  Octavio.                  7  Tomado  éste,
           con  igual vehemencia  se apoderaron del segundo, luego  del
            tercero y cuarto y finalmente del  último y,  habiendo  expul­
           sado  a  los  contrarios  de  todos  los  campamentos  mencio­
           nados,  después  de  masacrar  a  un  gran  número  de  sus
            ocupantes,  obligaron  a  los  demás  y  al  mismo  Octavio,  a

            refugiarse  en  sus  naves.  Tal  fue  el  resultado  de  ese
            asedio.     8  Y como  ya  el  invierno  se  acercaba  y,  después
            de  tolerar  tanta  avería,  Octavio  renunciara  al  bloqueo  de
            la plaza,  se  retiró  a  Dirraquio,  al  amparo  de  Pompeyo.e


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