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GUERRA CIVIL III
sus puertas a un cónsul2 y a adoptar por sí mismos
una determinación contra lo que . Italia entera y el pueblo
romano han prescrito. 3 3 Conocida su resolución, Es-
taberio escapa a hurtadillas de Apolonia. Sus habitantes
envían emisarios a César y le reciben en su ciudad.
4 Los imitan los bilidenses, 4 los amantinos 5 y todas las
comunidades confinantes, así como el Epiro6 entero,
quienes, enviando delegados a César, prometen hacer lo que
él mande.
XIII. 1 Ahora bien, Pompeyo, enterado de los acon
tecimientos que se habían desarrollado en Orico y Apo
lonia, temiendo por Dirraquio, se aproxima a éste, cami
nando de día y de noche, 2 mientras se afirmaba que
César se hallaba cercano; y tal fue el terror que sobre
cogió a su ejército, que, en su apresuramiento confundió
la noche con el día, sin interrumpir la marcha,1 de tal
manera que todos sus soldados procedentes del Epiro deser
tan y muchos arrojan las armas y la marcha resulta seme
jante a una fuga. 2 3 Pero cuando Pompeyo se detiene
cerca de Dirraquio y ordena preparar un campamento,
del ejército aún aterrorizado surge el primero Labieno 3 y
jura que él no abandonará a Pompeyo y que afrontará
cualquier eventualidad que la fortuna deparase a éste. 4
4 Esto mismo juran los demás generales, a los que sigilen
los tribunos militares y los centuriones, y el mismo jura
mento rinde todo el ejército. 5 César, en vista de que
la ruta a Dirraquio está ya ocupada, pone fin a su prisa D
y levanta un campamento a orillas del río Apso, 6 en los
aledaños de los apoloniatas, de modo que, con fortines
y puestos de guardia, queden seguras las comunidades que
se lo tienen bien merecido,7 y dispone que en ese sitio
sean esperadas las restantes legiones de Italia 8 y que se
inverne bajo las tiendas. 9 6 Lo mismo hizo Pompeyo
quien, habiendo levantado su campamento en la otra orilla
del río Apso, conduce a dicho sitio todas sus fuerzas regu
lares y auxiliares.
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