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GUERRA  CIVIL  III


           parte,  del  dique  natural  interpuesto  que  convierte  a  la
           ciudad en una península,2  y trasladó al  interior del puerto
           cuatro  birremes,3  metiéndoles  rodillos  en  las  quillas  y
           haciéndolos  mover  por  medio  de  palancas.                 3  Así,  ha­
           biendo  llegado  por  ambas  partes  hasta  donde  estaban  las
           naves  de  guerra  amarradas  y  desmanteladas,  sacó  cuatro
           para sí y las demás las incendió.            4  Concluida esta faena,
           dejó  en  dicho  sitio  a  Decio  Lelio, 4  de  la  flota  asiática,
           con el objeto  de que impidiera el  paso de convoyes venidos
           desde  Byllides  y  Amancia.              5  Él,  por  su  parte,  llega
           hasta  Lisso,  e  incendia  todas  las  treinta  naves  de  carga
           que  Antonio  había  dejado  en  el  puerto; 6  y,  habiendo
           intentado  tomar  por  asalto  a  Lisso,  ante  la  defensa  de
           los  ciudadanos romanos que tenían allí  su  colonia y de  los
           soldados que César había enviado con el propósito de servir
           de  guarnición a  la  plaza,  después  de  demorarse tres  días,
           habiendo  perdido  unos  cuantos  hombres  en  el  asalto,  sin
           concluir  éste,  se  aleja  de  aquel  sitio.


              XLI.       1  César, al enterarse de que Pompeyo se hallaba
           en  las  inmediaciones  de  Asparragio,  dirigiéndose  hacia
           el  mismo  lugar  con  su  ejército,  después  de  tomar  en  el
           camino  la  ciudad  de  los  parthinos,  en  donde  Pompeyo
           mantenía  una  guarnición,  al  tercer  día  alcanzó  a  Pom­
           peyo  y  edificó  su  campamento  junto  al  de  éste,  y  al  día
           siguiente,  sacando  todas  sus  huestes  y  presentándolas
           en  formación  de  combate,  ofreció  batalla  a  Pompeyo.
           2  Cuando  advirtió que el  propósito de éste era mantener­
           se  en  sus  posiciones,  vo*viendo  a  meter  su  ejército  en  el
           campamento,  estimó  que  le  convenía  más  adoptar  otra
           determinación.         3  Y  así,  al  día  siguiente,1  marchó con
           todas  sus  fuerzas  a  hacer  un  largo  rodeo,  por  un  camino
           difícil  y  angosto  hacia  Dirraquio,  esperando  así  poder
           obligar a  Pompeyo  a  refugiarse  en  Dirraquio,  o  a  quedar
           copado  de  esta  población,  en  la cual había acumulado  todo
           su  avituallamiento  y  sus  recursos  guerreros,  lo  cual  así
           aconteció.       4  Pero  Pompeyo,  ignorando al  principio  se-


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