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GUERRA CIVIL III
mento de la plaza en cuestión, y se llegó a Metrópolis,10
de tal suerte que precedió a los mensajeros de la ciudad
agredida y a la noticia de su asalto.
LXXXI. 1 Los metropolitanos, habiéndose adherido,
al principio, a la misma decisión que los gonfenses —im
pelidos por idénticos rumores—, cerraron sus puertas y
llenaron sus murallas de gente armada, pero después, ha
biéndose enterado por ciertos cautivos —que César había
cuidado bien de llevar al pie del muro— de la caída de la
ciudad del Gonfos, abrieron sus puertas. 2 Protegiendo
a éstos del modo más escrupuloso, al comparar la suerte de
los metropolitanos con la ruina de los gonfenses, no hubo
una sola comunidad en Tesalia, salvo Larisa —que ocu
paban las numerosas tropas de Escipión— que no se suje
tase a César e hiciese cuanto éste le mandara. 3 Él,
encontrando un lugar adecuado para el acopio del trigo,
que casi había madurado,1 dispuso esperar en las inme
diaciones2 la llegada de Pompeyo y hacer de ese sitio
el centro de toda su estrategia.
LXXXII. 1 Pocos días después,1 Pompeyo llega a
Tesalia y, celebrando una reunión conjunta del ejército,
rinde gracias a sus soldados, y exhorta a los de Escipión
para que, ante la victoria inminente, quieran ser partícipes
del botín y de las recompensas; 2 y luego, alojadas todas
las legiones en un solo campamento, comparte con Esci
pión su prez,3 ordenando que se toque junto a él el
clarín4 y que se erija para él otro pretorio. 5 2 In
crementadas las fuerzas de Pompeyo y reunidos sus dos
grandes ejércitos, se reafirma la confianza de todos y la
esperanza de la victoria, al grado de que la menor dilación
surgida era considerada como un retraso al retorno a
Italia 6 y, si alguna vez Pompeyo actuaba un poco tardía
mente o con una poca de precaución, afirmaban que el
que tenía entre manos era un asunto por resolver en un
solo día, y que él se solazaba en el poder y en contar
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