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GUERRA CIVIL III
entre el número de sus esclavos a varones consulares y
pretorianos.7 3 Ya entre sí y abiertamente, unos dispu
taban sobre sus recompensas en magistraturas civiles y
sacerdotales 8 y precisaban año a año el disfrute del con
sulado, mientras los otros reclamaban las casas y los bienes
de quienes se encontraban en el campamento de César; 9
4 y hubo entre ellos, en una reunión de estado mayor,10
una gran controversia a propósito de si convenía o no
que se tomara en cuenta, como candidato, en los próximos
comicios pretorianos11 a Lucilio H irro,12 quien había
sido enviado por Pompeyo al país de los partos,18 que
cumpliera la palabra que en ese sentido le había dado al
partir, a fin de no considerarlo befado por su autorita
rismo, mientras los demás rehusaban que un solo individuo
pudiese prevalecer sobre todos los que le habían sido iguales
en el esfuerzo y en el peligro.
LXXXIII. 1 Llegó el momento en que Domicio*1
Escipión y Léntulo Espinter, en sus largas discusiones a
propósito del sacerdocio de César, 2 descendieron abierta
mente a las más léperas injurias verbales, 3 poniendo de
relieve Léntulo el respeto debido a su edad, 4 jactándose
Domicio de su influencia y su reputación en la metró
poli, 5 y confiando Escipión en su parentesco 6 con Pom
peyo, para obtener el cargo en cuestión. 2 Acucio Rufo 7
acusó a Lucio Afranio de haber entregado a traición su
ejército, que, decía, fue lo que sucedió en Hispania.8
3 Y Lucio Domicio dijo, en consejo de guerra, que, una
vez concluida la lucha, sería oportuno repartir a los de su
partido que fuesen miembros de la clase senatorial, tres
tablillas de voto0 para dictar sentencia a cada uno de
la clase dicha que, habiendo permanecido en Roma o que
estando en la jurisdicción de Pompeyo, no le hubiese
prestado su apoyo en la lucha armada: una tablilla habría
de ser para aquellos que se considerasen a salvo de toda
condena, otra para quienes fuesen condenados a muerte y
la tercera para quienes fuesen sancionados con una multa.
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