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GUERRA CIVIL III
ejército enemigo, antes de que fuese arrojado por los
nuestros un solo proyectil. 4 Así, sin riesgo de nues
tras legiones y casi sin herida, concluiremos esta guerra.
Ello nó es, por cierto, difícil: tanto prevalecemos en la
caballería.
Mandó, a la vez, que tuvieran el ánimo dispuesto en los
días sucesivos y que, ya que se presentaba la ocasión de
combatir, como constantemente lo habían estado pidiendo,
no traicionaran la esperanza del propio Pompeyo ni la de
los demás combatientes.
LXXXVII. 1 Luego entró Labieno en turno y, des
preciando las fuerzas de César, emitió los más altos elogios
al plan de Pompeyo:
No creas, Pompeyo —dijo— que es ése el ejército que
sometió a la Galia y a la Germania. 2 Yo me hallé
en todos esos combates y no estoy hablando temeraria
mente de algo que desconozco. Una parte muy exigua
de aquel ejército sobrevive; su mayor parte pereció,
según era necesario después de tantas batallas; a mu
chos los ha consumido la peste otoñal de Italia,1 muchos
otros volvieron a sus hogares y muchos han permanecido
en la península. 3 ¿No oísteis, acaso, que se han
organizado en Brundisio cohortes con aquellos que, a
causa de la enfermedad, allí permanecieron? 4 Las
tropas esas que veis han sido reclutadas por levas, en
estos últimos años, en la Galia Citerior 2 y muchas de
ellas provienen de las colonias transpadanas.8 Y en
verdad que lo poco que quedaba de sólido pereció en los
dos combates de Dirraquio. 4
5 Dicho esto, juró que no habría de volver al cam
pamento sino vencedor, y exhortó a los demás a hacer
lo mismo. 6 Encareciéndolo, Pompeyo juró lo mismo,
y no hubo entre los restantes uno solo que dudara en
formular idéntico juramento. 7 Después de consumarse
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