Page 202 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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sería: Ab’r-achad-ab’ra, es decir Ab’r, el Toro; achad, el único, etc. Achad es

       uno de los nombres del Sol, que se le otorga porque brilla solo —es la única
       estrella que brilla cuando lo vemos—, y el ab’ra que queda hace que el todo

       signifique: el Toro, el único Toro; mientras que la repetición del nombre con

       una letra menos, hasta que todo desaparece, es el método más sencillo y, sin

       embargo, el más satisfactorio que se podría haber imaginado para preservar la
       memoria del hecho; y el nombre de Sorápis, o Serapis, que se da al Toro en la

       ceremonia  mencionada  despeja  toda  duda.  […]  Esta  palabra,  “abracadabra”,

       desaparece  en  once  etapas  decrecientes,  como  en  la  figura.  Y  lo  más

       sorprendente  es  que  un  cuerpo  con  tres  cabezas  queda  plegado  por  una
       serpiente  con  once  vueltas  y  puesta  por  Sorapis:  y  las  once  vueltas  de  la

       serpiente  forman  un  triángulo  similar  al  que  forman  las  once  líneas

       decrecientes del “abracadabra”».


       En casi todas las religiones del mundo hay indicios de influencia astrológica. El

  viejo  Testamento  de  los  judíos,  en  cuyos  escritos  se  nota  la  sombra  de  la  cultura

  egipcia, está lleno de alegorías astrológicas y astronómicas. Casi toda la mitología de

  Grecia y de Roma se puede rastrear en grupos de estrellas. Algunos escritores opinan
  que las veintidós letras originales del alfabeto hebreo derivaban de grupos de estrellas

  y  que  en  el  muro  del  cielo  se  podían  leer  palabras  escritas  con  estrellas,  con  las

  estrellas fijas como consonantes y los planetas o luminares como vocales. Como las

  combinaciones  eran  infinitas,  representaban  palabras  que,  cuando  se  interpretaban
  adecuadamente, permitían conocer el futuro.

       A medida que la banda zodiacal va trazando el recorrido del sol a través de las

  constelaciones, produce los fenómenos de las estaciones. Los sistemas antiguos para
  medir el año se basaban en los equinoccios y los solsticios. El año comenzaba siempre

  con el equinoccio vernal, celebrado con júbilo el 21 de marzo para marcar el momento

  en el cual el sol atravesaba el ecuador hacia el Norte, siguiendo el arco zodiacal. El

  solsticio de verano se celebraba cuando el sol alcanzaba su posición más septentrional
  y el día señalado era el 21 de junio. A partir de entonces el sol comenzaba a descender

  hacia el ecuador y lo volvía a cruzar cuando se dirigía hacia el sur en el equinoccio

  otoñal, el 21 de septiembre. El sol alcanzaba su punto más meridional en el solsticio

  de invierno, el 21 de diciembre.
       Cuatro de los signos del Zodiaco siempre han estado dedicados a los equinoccios

  y  los  solsticios  y,  si  bien  los  signos  ya  no  corresponden  con  las  antiguas

  constelaciones a las que estaban asignados y de las cuales obtuvieron el nombre, los
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