Page 326 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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cada obrero iniciado se le asignaba un jeroglífico con el que marcaba las piedras que

  cuadraba, para demostrar a toda la posteridad que así dedicaba al Arquitecto Supremo
  del universo cada uno de los frutos perfectos de su trabajo. Con respecto a las marcas

  de los masones, Robert Freke Gould escribe lo siguiente:



       Es muy sorprendente que estas marcas se encuentren en todos los países —en

       las  cámaras  de  la  Gran  Pirámide  de  Gizeh,  en  las  murallas  subterráneas  de

       Jerusalén,  en  Pompeya  y  en  Herculano,  en  murallas  romanas  y  en  templos
       griegos,  en  el  Indostán,  en  México,  en  Perú  y  en  Asia  Menor—,  así  como

       también en las grandes ruinas de Inglaterra, Francia, Alemania, Escocia, Italia,

       Portugal y España.        [70]



       Desde este punto de vista, es muy posible que la historia de Hiram represente la

  incorporación de los secretos divinos de la arquitectura a las partes y las dimensiones
  reales de los edificios terrenales. Los tres grados de la Hermandad entierran al Gran

  Maestro  (el  gran  arcano)  en  el  edificio  real  que  construyen,  después  de  haberlo

  matado con las herramientas del constructor, rebajando al espíritu sin dimensiones de
  la  belleza  cósmica  a  las  limitaciones  de  la  forma  concreta.  No  obstante,  meditando

  sobre la construcción, el Maestro Masón puede resucitar los ideales abstractos de la

  arquitectura y extraer de ellos los principios divinos de la filosofía arquitectónica que

  están  incorporados  o  «sepultados»  en  ellos.  Por  consiguiente,  el  edificio  físico  en
  realidad es la tumba o la personificación del ideal creativo, del cual las dimensiones

  materiales no son más que la sombra.

       Además, se puede considerar que la leyenda de Hiram encarna las vicisitudes de la

  filosofía  misma.  Como  instituciones  destinadas  a  difundir  la  cultura  ética,  los
  Misterios paganos fueron los arquitectos de la civilización. Su poder y su dignidad se

  personificaron en juran el Maestro Constructor, pero al final sucumbieron al ataque de

  aquel trío recurrente compuesto por el Estado, la Iglesia y la plebe. Fueron profanados
  por el Estado, celoso de su riqueza y su poder; por la Iglesia primitiva, temerosa de su

  sabiduría, y por la muchedumbre o la soldadesca, incitadas tanto por el Estado como

  por la Iglesia. Así como Hiram, cuando resucita de su tumba, susurra la palabra del
  Maestro  Masón  que  se  perdió  por  su  muerte  prematura,  el  restablecimiento  o  la

  resurrección  de  los  Misterios  antiguos,  según  los  principios  de  la  filosofía,  tendrá

  como  consecuencia  el  redescubrimiento  de  la  enseñanza  secreta,  sin  la  cual  la

  civilización debe continuar en un estado de confusión e incertidumbre espiritual.
       Cuando  gobierna  la  plebe,  el  hombre  es  dominado  por  la  ignorancia;  cuando
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