Page 18 - Alejandro Casona
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PASTOR.
                  Primer día, ¿no?

                  BALBOA.—(A ver qué sale.)
                  Primer día.

                  PASTOR.—(Sibilino.)
                  Si quieren un buen consejo, retírense ahora que todavía están a
                  tiempo. Y si no, miren mi ejemplo: cuarenta años de estudios por un
                  plato de lentejas... y ahora ¡a la  taberna del puerto, a cantar para
                  esos muchachotes rubios que lloran cerveza!  (Sale por secretaría
                  rezongando entre dientes.) F-48... F-48... (Isabel y Balboa le siguen
                  con los ojos. Después vuelven a mirarse atónitos.)



                                                    ISABEL y BALBOA

                  BALBOA.—(Repite mecánicamente.)
                  F-48... ¿Usted ha entendido algo?

                  ISABEL.—(Resuelta.)
                  Yo sí: ¡que hay que salir de aquí antes que sea tarde!  (Se levanta
                  dispuesta a correr. Él la detiene.)

                  BALBOA.
                  ¡Por ahí no! ¿Quiere meterse usted misma en la boca del lobo?
                  Calma, señorita; mientras tengamos la cabeza sobre los hombros,
                  usémosla       fríamente.       Reflexionemos.        (Respira      hondo       para
                  tranquilizarse y medita en voz alta.)  A primera vista, todo lo que
                  estamos presenciando aquí sólo puede ocurrir en un teatro o en una
                  filmadora de películas o en un circo.

                  ISABEL.
                  Ojalá no fuera más que eso.

                  BALBOA.
                  Y, sin embargo, es evidente que  no estamos en un circo ni en un
                  teatro ni en una filmadora.

                  ISABEL.
                  Evidente.

                  BALBOA.
                  Tampoco cabe pensar en una logia.
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