Page 105 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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humano es estar viviendo a la luz dei sol, ver a los demás y
         ser  visto  por  ellos,  vivir  en  reciprocidad,  acordarse  de  sí
         mismo y los  demás.  Durante aquel  periplo,  por el contra­
         rio,  penetran  en  un  mundo  en  el  que  los  poderes  de  las
         tinieblas, las  «criaturas  de la Noche», como  las llama He­
         siodo,  se  disponen  a extender  poco  a  poco  su  sombra  si­
          niestra sobre  Ulises y su  tripulación.  Una tenebrosa nube
          permanece constantemente suspendida sobre los navegan­
          tes y amenaza con perderlos si se dejan vencer por el olvi­
          do y pierden las ganas de regresar a su patria.




          «NADIE»  SE ENFRENTA AL CÍCLOPE

              Han  abandonado  la  isla  de  los  lotófagos.  Las  naves
          navegan  tranquilas  cuando,  de  repente,  se  ven  envueltas
          por  una  espesa  bruma  que  no  deja  ver  nada.  Es  de  no­
          che,  y la nave de  Ulises  avanza sin  que los marineros ten­
          gan  que  remar  ni  puedan ver  lo  que  tienen delante.  Hete
          aquí  que  chocan  con  un  islote  invisible  hasta  entonces  y
          del  que  no  distinguen  nada.  El  propio  mar,  o  los  dioses,
          han  empujado  a  la  nave  hacia  ese  islote  que  abordan  en
          una  oscuridad  absoluta.  Ni  siquiera  se  muestra  la  luna.
          No  se ve  nada.  Se  sienten  completamente impotentes.  Es
          como  si,  después  de  la  isla del  olvido,  la  puerta de  las  ti­
          nieblas  y  la  noche  se  entreabriera delante  de  ellos.  En  el
          mundo  al  que  da  acceso  van  a  correr  nuevas  aventuras.
          Bajan a tierra. El  islote está coronado por una colina, mo­
          rada  de unos  gigantes  monstruosos,  con  un  único  ojo  en
          el centro de la frente, llamados Cíclopes.
              Ulises pone su nave al abrigo en una caleta y, acompa­
          ñado  de  doce hombres,  sube a lo  alto de  la colina,  donde
          ha  descubierto  una  caverna  en  la  que  confía  encontrar
          algo  para  avituallarse.  Entran  en  la  inmensa  gruta,  en  la


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