Page 106 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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que hay unos cañizos con quesos a secar, y en su interior
descubren un bucólico modo de vida. No hay cereales,
pero sí rebaños de cabras, que son los que proporcionan el
queso y tal vez incluso vides silvestres en la ladera. Natu
ralmente, los compañeros de Ulises tienen una única idea:
llevarse unos cuantos quesos y alejarse lo más pronto posi
ble de aquella enorme caverna que no les augura nada
bueno. Dicen a Ulises: «¡Vámonos!» Este se niega. Desea
seguir allí porque quiere ver. Quiere conocer al habitante
de aquel lugar. Ulises es el hombre que no sólo tiene que
rememorar, sino también el que quiere ver, conocer y ex
perimentar todo lo que el mundo puede ofrecerle, sin ex
cluir ese mundo infrahumano al que ha sido arrojado. La
curiosidad de Ulises lo empuja siempre a ir más lejos, cosa
que, en esta ocasión, amenaza con arrastrarlo hacia su per
dición. Esa curiosidad provocará, en todo caso, la muerte
de varios de sus compañeros. El Cíclope no tarda en llegar
con sus cabras, sus corderos y su morueco, y todos ellos
entran en la gruta.
El Cíclope es gigantesco. Tarda en descubrir a aque
llos hombrecillos como pulgas que se han ocultado en los
recovecos de la caverna y tiemblan de miedo. De repente,
los descubre y le pregunta a Ulises, que está un poco ade
lantado: «¿Quién eres?» Ulises, naturalmente, le cuenta
unos embustes. Le dice -primera mentira-: «No tengo
barco», cuando en verdad su barco lo está esperando. «Mi
barco se ha roto, de modo que estoy enteramente a tu
merced, vengó aquí con los míos a implorar tu hospitali
dad, somos griegos, hemos combatido valerosamente en
compañía de Agamenón en las costas de Troya, hemos to
mado la ciudad y ahora estamos aquí como unos desdi
chados náufragos.» El Cíclope responde: «Sí, sí, muy bien,
pero me importan un bledo esas historias.» Agarra a dos
de los compañeros de Ulises por los pies, los golpea contra
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