Page 111 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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Ulises le aporta el relato de lo que ocurre en el mundo, el
rumor del universo del que Eolo es un complemento se
parado. Es el dueño de los vientos, pero carece de cual
quier otro poder. Ulises habla, cuenta, Eolo escucha, con
tentísimo. Al cabo de unos días, Eolo le dice: «Voy a darte
lo que necesitas para salir de mi isla y poder reanudar sin
problemas tu navegación, directo a Itaca.» Le entrega un
odre en que están encerradas las fuentes de todos los vien
tos, las semillas de todas las tempestades. Este odre está
cuidadosamente cerrado, Eolo ha metido dentro el origen,
la génesis de todas las brisas marinas, a excepción de la
que lleva directamente desde su isla a Itaca. Recomienda
de modo especial a Ulises que no toque ese odre. Si los
vientos se escapan, sería incontrolable todo lo que pudiera
ocurrir. «Mira, el único viento que sopla ahora en el uni
verso, es el que te lleva a tu casa de Itaca.» Los restantes
miembros de la tripulación recuperan su puesto en la
nave, y ya los vemos zarpar directos a Itaca.
Llegada la noche, Ulises descubre en la lejanía las cos
tas de Itaca. Ve con sus propios ojos las tierras de su pa
tria. Felicísimo, se duerme. Sus párpados caen, sus ojos se
cierran de la misma manera que ha cerrado el ojo del Cí
clope, Ya le tenemos entregado al mundo de la noche, de
Hipno, del Sueño; está dormido en un barco que boga ha
cia ftaca, deja de vigilar. Los marineros, incontrolados, se
preguntan qué habrá entregado Eolo a Ulises en aquel
odre; probablemente, cosas muy preciosas. Sólo pretenden
echarle una mirada y cerrarlo después. Por fin, próximos
ya a las costas de Itaca, abren el odre. Los vientos escapan
atropelladamente, el mar se encabrita, las olas se desenca
denan, la nave cambia de rumbo y rehace en sentido con
trario el camino que acaba de recorrer. Ulises, muy despe
chado, se encuentra de nuevo, por tanto, en el lugar de
donde ha salido, en tierras de Eolo. Éste le pregunta qué
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