Page 116 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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tir  en  cerdos  o  animales  salvajes  a  todos  los  hombres  que
          llegaban  a  su  casa,  no es  una  ogra  ni  una  bruja  malvada.
          Cuando los hombres llegan a su lado, ella hace todo lo ne­
          cesario para que sean felices. Sin embargo, los compañeros
          de  Ulises,  que  no  gozan  de  los  mismos  placeres  que  su
          jefe, ya que no tienen acceso al lecho de Circe, comienzan
          a  sentir  que  el  tiempo se  les hace  muy largo.  Cuando  re­
          cuerdan  a Ulises que  tiene  que pensar en  la vuelta,  Circe
          no  protesta,  no intenta retenerlo.  Le dice:  «Si quieres  irte,
          vete», y le ofrece toda la información de que puede dispo­
          ner para que su viaje acabe de manera feliz.  En especial, le
          dice a Ulises:  «Escucha,  la próxima etapa de tu travesía  te
          llevará al país de los cimerios, allí donde jamás se ve la luz
          del  día,  al  país de la noche,  al país  de la bruma continua,
          donde se abre la boca del mundo infernal.» Esta vez ya no
          se trata de verse arrojado al límite extremo de lo  humano,
          con  el  riesgo  de  olvidar  el  propio  pasado  y la propia  hu­
          manidad, sino de alcanzar las mismas fronteras del mundo
          de los  muertos.  Circe explica a Ulises el camino que debe
          seguir:  «Detendrás  tu nave en ese lugar,  seguirás a pie, allí
          verás un foso, llevarás harina contigo, cogerás un carnero,
          lo degollarás,  derramarás su sangre y verás  subir del suelo
          una  muchedumbre  de  eidóla,  espíritus  fantasmas,  almas
          de  los  difuntos.  Entonces  tienes  que  identificar y retener
          la de Tiresias, y darle a beber la sangre de tu carnero, para
          que  recupere  un  poco  de vitalidad y te  diga lo  que  debes
          hacer.»




          LOS  SIN  NOMBRE Y SIN  ROSTRO

              Así  pues,  Ulises y sus  compañeros zarpan  de  nuevo y
          se  dirigen  hacia  allí.  Ulises  cumple  los  ritos  prescritos.
          Está delante  del  foso,  ha derramado la harina y degollado

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