Page 115 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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¿Por qué?  Porque se siente sola, e intenta rodearse de seres
        vivos  que  no  puedan  irse.  Está  claro  que,  al  convertir  a
        esos  viajeros  en  cerdos,  o  en  otros  animales,  lo  que  desea
        es que olviden su pasado y que son hombres y pierdan  las
        ganas  de volver a  sus  lugares  de  origen.  Eso  es,  en  efecto,
        lo  que les ocurre  a los compañeros de  Ulises,  pero  siguen
        manteniendo cierta lucidez y conservan una pizca de inte­
        ligencia,  de modo que cuando lo ven se ponen muy con­
        tentos. Lo reconocen. Circe los toca con su varita, y recu­
        peran de golpe su forma humana;  incluso, después de esa
        prueba,  son  mucho  más  guapos,  más jóvenes y más  agra­
        dables  que  antes.  El paso  por el  estado  de  cerdos  ha  sido
        una especie de iniciación,  como si hiciera falta recorrer fi­
        guradamente el  camino  que lleva a la  muerte  para encon­
        trarse  después  de  semejante experiencia  más jóvenes,  más
        guapos  y  más  vivos.  Esto  es  lo  que  les  sucede,  al  mismo
        tiempo  que  vuelven  a  ser  hombres.  Circe  habría  podido
        matarlos, y entonces ya no habrían tenido  el noüs,  el pen­
        samiento:  los  muertos  están  enteramente  rodeados  de  ti­
        nieblas, ya no  tienen  noüs,  con  una única excepción,  la de
        Tiresias,  a  quien  encontraremos  dentro  de poco.  Pero  los
        compañeros  de  Ulises  no  habían  sufrido  la  muerte,  sino
        un  proceso  de  bestialización  que  los  alejó del mundo hu­
        mano y  les  hizo  olvidar  su  pasado,  pero  que  los  revistió,
        cuando salieron de él, de una nueva juventud.
            A  continuación,  Ulises  y  Circe  vivirán  un  auténtico
        idilio.  Es  posible  incluso  que  hayan  tenido  hijos,  como
        afirman  algunos,  pero  no  hay  ninguna seguridad  de  ello.
        Simplemente, se aman,  hacen el amor.  Circe canta con su
        hermosa voz y,  naturalmente,  Ulises llama a los compañe­
        ros  que  se  habían  quedado  atrás,  muy  desconfiados  al
        principio, pero  no  le cuesta demasiado convencerles:  «Ve­
        nid,  venid,  no  corréis  ningún  peligro.»  Pasan  allí  largo
        tiempo.  Circe, la hechicera que  tenía la  manía de conver­

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