Page 109 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
P. 109

que sale el carnero  con  Ulises,  el Cíclope  se  dirige  al ani­
        mal, que en el fondo es su único interlocutor, para decirle:
        «¡Mira en qué estado  me ha dejado  “Nadie”,  ese bruto  as­
        queroso, se lo haré pagar caro!»  El carnero avanza hacia la
        salida, y Ulises sale con él.
            El  Cíclope  empuja de  nuevo  la  piedra,  creyendo  que
        los griegos permanecen en el antro, cuando ya están de pie
        en  el exterior.  Descienden a la carrera por la rocosa ladera
        hasta la caleta donde está camuflada su nave.  Suben a bor­
        do,  retiran  las  amarras  y  se  alejan  de  la  costa.  En  lo  alto
        descubren  al  Cíclope,  erguido  en  la  cima  de  la  colina  al
        lado  de  su  gruta,  que  les  arroja  unos  enormes  peñascos.
        En  ese  momento,  Ulises  no se  resiste el  placer de  la  arro­
        gancia  y  la  vanidad.  Grita:  «¡Cíclope,  si  te  preguntan
         quién  ha  cegado  tu  ojo,  di  que  ha  sido  Ulises,  hijo  de
         Laertes, Ulises de Itaca, el saqueador de ciudades, el vence-
         dor de Troya,  Ulises  el de las artimañas!»  Como es lógico,
         cuando se escupe al cielo el escupitajo te cae en las narices.
         El  Cíclope es hijo de  Poseidón,  el gran  dios  de los  mares,
         así  como  de  todo  lo  subterráneo;  Poseidón es  el  que  pro­
         voca  tanto  los  temblores  de  tierra  como  las  tempestades
         marinas.  El Cíclope lanza contra Ulises  una solemne mal­
         dición,  que sólo se cumple si se menciona el nombre de la
         persona contra la cual  ha sido  proferida.  Si  hubiera dicho
         «Nadie»,  es  posible  que  la  maldición  no  hubiera  surtido
         efecto,  pero  el  Cíclope  confía  el  nombre  de  Ulises  a  su
         padre  Poseidón  y  le  pide  como  venganza  que  Ulises  no
         pueda regresar  a  Itaca sin  haber soportado  mil sufrimien­
         tos,  sin  que  todos  sus  compañeros  perezcan,  sin  que  su
         nave zozobre y se quede solo, perdido y náufrago. Si de to­
         dos  modos  Ulises  tenía  que  salvarse,  que  regresara  como
         un extranjero y en una nave extranjera, y no como el nave­
         gante esperado que vuelve a su casa con su barco.
             Poseidón escucha la maldición de su hijo.  De ese epi­

         112
   104   105   106   107   108   109   110   111   112   113   114