Page 153 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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cielo,  la ve  bañarse,  tal  vez  desnuda;  no  está  ocupada  en
        hacer ramilletes de flores como  en otros relatos  donde sus
        homologas  femeninas,  que excitan  el  deseo  divino  por su
        belleza,  recogen jazmines, lirios o narcisos.  Europa está en
        la  orilla  del  mar,  en  un  espacio  abierto.  Zeus  la  ve  e,
        inmediatamente,  la desea. Adopta la forma de un  magnífi­
        co toro blanco con  los cuernos en forma de luna creciente.
        Llega a la orilla y se tiende a los pies de Europa en el borde
        de la playa. Al principio está un poco inquieta e impresio­
        nada  por  el  magnífico  animal,  pero,  poco  a  poco,  se  le
        acerca.  Por  su  manera de  comportarse,  el  toro  acaba  por
        no causarle ningún temor. Le acaricia ligeramente la cabe­
        za,  le  toca  los  flancos y,  como  no  se  mueve y se  limita a
        ladear ligeramente la cabeza hacia ella, casi  a punto  de  la­
        mer su blanca piel,  se sienta en  el  blanco  lomo,  coge con
        las  manos  los  cuernos  y,  de  pronto,  el  toro  se  incorpora,
        salta al agua y atraviesa el mar.
            Zeus  y  Europa  viajera  pasan  de  Asia  a  Creta.  Allí,
        Zeus  se  une a Europa y,  una vez consumada su  unión,  la
        establece,  en cierto  modo,  en  Creta.  Europa  tiene dos  hi­
        jos,  Radamantis y Minos,  que serán  los soberanos de Cre­
        ta.  Zeus hace un regalo a los  señores de la isla.  Es un per­
        sonaje  curioso,  Talos,  una  especie  de  gigante  de  bronce
        cuya función consiste en vigilar a Creta,  en convertirla en
        una especie  de  fortaleza,  en  aislarla  del  resto  del  mundo,
        en  impedir  tanto  que  sea  visitada  por  extranjeros  como
        que  sus  habitantes  puedan  salir  de  ella.  Tres veces  al  día,
        Talos hace la ronda de la isla, como un vigilante,  para im­
        pedir tanto que se desembarque en ella como que se zarpe
        de  sus  puertos.  Es  inmortal,  invencible,  broncíneo.  Sólo
        tiene  una  debilidad,  en  el  talón,  donde  una  especie  de
        vena está provista de una llave que asegura su cierre. Toda
        su fuerza metálica se derramará si alguien abre la llave. Se­
        gún unas leyendas,  la  hechicera Medea,  con motivo de  la

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