Page 155 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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Cadmo,  el hombre de Tiro.» Y eso es lo que hace Cadmo,
         escoltado por unos cuantos jóvenes. Ven una vaca particu­
         larmente  hermosa,  con  unas  marcas  lunares,  que  la  pre­
         destinan  a  un  papel especial.  La  siguen  y,  en  un determi­
         nado  momento,  después  de  haber vagabundeado  hasta  el
         emplazamiento  de  la  futura  Tebas,  en  Beocia,  la  vaca  se
         queda quieta en un prado.  La vagabunda deja de moverse,
         la  errancia  ha  terminado.  Cadmo  comprende  que  es  allí
         donde debe fundar una ciudad.




         EXTRANJERO Y AUTÓCTONOS

             Antes de fundarla, quiere hacer un sacrificio a Atenea,
         diosa a la que  se  siente  próximo.  Para  hacer un sacrificio,
         necesita agua. Envía a sus compañeros hasta un manantial
         llamado  la fuente de Ares,  porque  ese  dios  es  su patrono,
         con la misión de llenar de agua sus recipientes, sus hidrias.
         Pero  este  manantial  está  custodiado  por  un  dragón,  una
         serpiente  especialmente  feroz,  que mata a  todos  los jóve­
         nes que acuden a buscar agua.  El propio Cadmo  se dirige
         al  manantial y mata al dragón. Entonces Atenea le ordena
         que  realice el  sacrificio  prometido,  que recoja después los
         dientes  del  dragón  exterminado,  tumbado  en  el  suelo,  y
         que los siembre en una llanura,  un pedíon,  como si se tra­
         tara de semillas para una cosecha de cereales.  Cadmo hace
         lo  que  se  le  ha  ordenado,  trae  el  agua,  sacrifica la vaca  a
         Atenea  piadosamente,  va  a  la  tierra  llana  y  siembra  los
         dientes del dragón. Tan  pronto como los ha sembrado,  de
         cada uno de ellos surge un guerrero, ya adulto,  completa­
         mente  armado,  con  uniforme  de  hoplita,  con  el  casco,  el
         escudo,  la  espada,  la  lanza,  las  perneras  y  la  coraza.  Tras
         surgir  del  suelo,  se  miran  los  unos  a  los  otros  de  arriba
         abajo, se desafían como pueden hacerlo unos seres creados

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