Page 156 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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sólo para la muerte,  la guerra y la violencia bélica,  guerre­
         ros  de  los  pies  a  la  cabeza.  Cadmo  se  da  cuenta  de  que
         pueden volverse contra él. Así pues, coge una piedra y, en
         el  momento  en que los  guerreros  se  desafían con  la mira-
         da, la arroja en medio de ellos. Cada uno cree que ha sido
         el  otro  quien  ha  arrojado  la  piedra,  y  se  enzarzan  en  un
         combate  entre  sí.  Se  matan  los  unos  a los  otros,  a  excep­
         ción  de  cinco,  los  cuales  son  llamados  los  Espartoi,  es
         decir,  los  «hombres  sembrados».  Han  nacido  de  la  tierra,
         son  autóctonos.  No  son  unos vagabundos,  están  arraiga­
         dos  en  el  terruño,  representan  el  vínculo  fundamental
         con  el  país  tebano  y  están  entregados  por  completo  a  la
         función  guerrera.  Llevan  unos  nombres  que explican  con
         claridad  lo  que  son:  Ctonio,  Udeo,  Peloro,  Hiperenor
         y Equión,  monstruosos,  terrestres,  nocturnos,  sombríos  y
         guerreros.
             Mientras  tanto,  Cadmo es objeto  de la cólera y el  re­
         sentimiento de Ares  por haber matado  al dragón,  del que
         se dice que era hijo suyo. Durante siete años, Cadmo esta­
         rá a su servicio,  de la misma manera que el  propio  Hera­
         cles,  en  otras  circunstancias,  ha  estado  al  servicio  de  los
         personajes,  los  héroes  o  los  dioses,  a los que ha ofendido.
         Al  cabo  de  siete  años,  queda  liberado.  Los  dioses  que  le
         son favorables,  especialmente Atenea,  piensan en  instalar­
         lo como soberano de Tebas.  Pero antes ese extranjero debe
         tener descendencia,  él,  que ha suscitado la aparición de lo
         que  la  tierra  de Tebas  ocultaba  en  sus  profundidades,  lo
         más arraigado y lo más autóctono. Una vez más, los dioses
         y los hombres se aproximan momentáneamente con moti­
         vo de la boda de Cadmo. Este se casa con una diosa, Har­
         monía, hija de Afrodita y Ares.  Del dios al que ha servido
         a  modo  de expiación,  y que vigilaba,  para impedir su  ac­
         ceso,  todos los manantiales tebanos,  toda  el agua  que  na­
         cía del suelo;  el  mismo  espíritu belicoso  regresa y revive a

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