Page 98 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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los humanos no fueran una pura llama deslumbrante;
pero en el fuego sus hijos se consumían y perecían. El po
bre Peleo estaba destrozado. De manera que, cuando nace
Aquiles, Peleo se dice que debe intentar salvarlo. En el
momento en que su madre se dispone a arrojarle al fuego,
interviene el padre y lo atrapa. El fuego sólo alcanza a to
car los labios del niño y uno de sus talones, cuyo hueso
queda consumido. Peleo consigue de Quirón que vaya al
monte Pelión y desentierre el cadáver de un Centauro ex
tremadamente veloz, al que arranca el talón para reempla
zar el que ha perdido el pequeño Aquiles, que por ello
desde su más tierna edad corre raudo como un ciervo.
Ésta es la primera versión. Hay otra, que cuenta que,
como para hacerlo inmortal no podía arrojarlo al fuego,
Tetis lo sumergió en las aguas del Estige, el río infernal
que separa a los vivos de los muertos. Quien es sumergido
en las aguas del Éstige y consigue salir de ellas obtiene
unas virtudes y una energía excepcionales. Aquiles, sumer
gido en esas aguas infernales, supera la prueba; sólo el
talón, por donde su madre lo mantiene asido, no ha en
trado en contacto con el agua. Aquiles no sólo es el gue
rrero de la rápida carrera, sino que también es el com
batiente invulnerable a las heridas humanas, salvo en un
lugar, el talón, por donde puede introducirse la Muerte.
Uno de los resultados de ese matrimonio desigual en
tre una diosa y un humano es que todo el esplendor y
todo el poder relacionados con la divina Tetis llegan en
parte a aureolar la persona de Aquiles. Al mismo tiempo,
su figura es necesariamente trágica: aunque no es un dios,
Aquiles no podrá vivir ni morir como el común de los
hombres, como un mero mortal; pero escapar a la condi
ción normal de la humanidad no lo convierte, sin embar
go, en un ser divino, afianzado en la inmortalidad. Su des
tino, que para todos los guerreros, todos los griegos de
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