Page 99 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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aquel  tiempo,  tiene  un  valor  modélico,  sigue fascinándo­
           nos:  despierta en  nosotros,  como un eco,  la conciencia de
           lo  que  convierte  la  existencia  humana,  limitada,  llena  de
           divisiones y discordias,  en  un  drama donde la luz y la os­
           curidad,  la alegría y el dolor, la vida y la muerte, están in­
           disolublemente mezclados. Ejemplar, el destino de Aquiles
           está marcado por el sello de la ambigüedad.  De origen mi­
           tad humano y mitad divino,  no puede estar por completo
           de ninguno de los dos lados.
               En  el  umbral  de  su  vida,  desde  sus  primeros  años,  el
           camino  por  el  que  tiene  que  avanzar  se  bifurca.  Sea  cual
           sea  la  dirección  que  decida  tomar,  necesitará,  al  seguirla,
           renunciar a una parte esencial de sí mismo. No puede dis­
           frutar a la vez de lo más dulce que la existencia a la luz del
           sol depara a los humanos, y asegurar a su persona el privi­
           legio de no ser privado jamás de ella,  de  no morir.  Disfru­
           tar de la vida es el bien más precioso para esas criaturas efí­
           meras,  un  bien  único,  incomparable  con  cualquier  otro
           porque,  una vez perdido,  no  puede  recuperarse,  es  renun­
           ciar a cualquier esperanza de  inmortalidad.  Querer ser  in­
           mortal es,  en parte,  aceptar perder la vida antes  incluso de
           haberla vivido plenamente.  Si Aquiles elige, como deseaba
           su anciano padre, seguir en su sitio, en su casa, en Ptía, con
           su  familia y a  buen  recaudo,  tendría  una vida larga,  tran­
           quila y dichosa, recorrerá todo el ciclo del tiempo concedi­
           do  a los  mortales  hasta una  ancianidad  rodeada de afecto.
           Pero, por brillante que pueda ser, incluso iluminada por lo
           mejor  que  el  tránsito  por  esta  tierra  aporta  de  felicidad  a
           los  hombres,  su  existencia  no  dejará  tras  de  sí  ninguna
           huella de su resplandor; a partir del  momento en  que ter­
           mina, esa vida se sume en las tinieblas, en la nada. Al  mis­
           mo  tiempo  que  ella,  el  héroe  desaparece  por  completo  y
           para siempre. Se sume en el Hades, sin nombre, sin rostro,
           sin memoria, y se borra como si jamás hubiera existido.

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