Page 137 - Mahabharata
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1. El comienzo                                                                           117


                   —Estoy feliz de ver a mis primos sanos y salvos junto a mi tía Kunti. Me agrada saber
               que habéis escapado del atentado de la casa de cera.

                   Yudhishthira les dio la bienvenida con cariñosas palabras, tras lo cual dirigiéndose a
               Krishna le preguntó cómo sabía él que eran los pandavas, a lo que Krishna sonriendo
               dulcemente le contestó:
                   —Aunque el fuego esté escondido no pierde su brillo. ¿Quién sino los pandavas
               podían haber realizado la hazaña que tuvo lugar hoy? De verdad estoy muy feliz de
               haberme encontrado con todos vosotros. Por favor, cuidaos y no permitáis que los
               hijos de Dhritarashtra sepan quiénes sois; todavía no. Lo sabrán cuando ya no sea para
               vosotros un riesgo. Ahora os dejaremos para regresar a nuestra mansión.
                   Los dos hermanos se fueron.
                   Drupada estaba terriblemente amargado. Había planeado el swayamvara con el
               único propósito de atraer a Arjuna, haciéndole salir así de su escondite, pero ahora se
               encontraba con que un brahmín se había ganado la mano de su querida hija. El joven
               ganador era noble, al tiempo que un gran guerrero, de eso no había duda, lo cual era
               inusual en un brahmín, pero no era Arjuna. Drupada le pidió a Dhrishtadyumna que
               siguiese a los brahmanes para averiguar quiénes eran. Quería saber más acerca de ellos.
               Se sentía arrepentido de haber celebrado aquel swayamvara, diciéndose a sí mismo:
               « Debí haber esperado a la llegada de Arjuna. Ahora, debido a mi estupidez, he arrojado
               una preciosa gema en un montón de polvo. Si ella se sintiese insultada nunca me lo
               perdonaría. »
                   Dhrishtadyumna, queriendo confortar a su agraviado padre le dijo:

                   —Padre, no te desesperes, siento que algo maravilloso va a sucedernos. No puedo
               decirte qué es. Seguiré a estos brahmanes y averiguaré quiénes son y de dónde proceden.
               Por favor, no te preocupes por mi hermana, ella con toda seguridad está muy feliz junto
               al joven a quien hoy impuso la guirnalda.
                   Dhrishtadyumna siguió a los pandavas guardando siempre una distancia y una vez
               que llegaron a la casa se detuvo, observándoles desde afuera sin ser visto. Veía y oía
               todo lo que adentro sucedía. La tarde ya estaba cayendo y los cinco jóvenes brahmanes
               salieron en busca de limosnas, regresando después de un tiempo con lo que habían
               recolectado. Se lo entregaron a su madre, la cual dijo a Draupadi:
                   —Aparta algo para los brahmanes que puedan venir en busca de comida y el resto lo
               divides en dos partes, una de las cuales se la has de dar a este joven de piel morena, él
               siempre tiene hambre. —Una tierna sonrisa se dibujaba en el rostro de Kunti, mientras
               que Draupadi después de ver la expresión de la cara de Bhima, no pudo ya ocultar su
               risa. Kunti continuó—: El resto lo dividiremos entre todos nosotros.
                   Draupadi hizo lo que le había dicho. Dhrishtadyumna la observaba mientras comía
               los alimentos que aquellos hombres habían recolectado mendigando y parecía muy feliz.
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