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Krishna esbozó una sarcástica sonrisa. Yudhishthira se dio cuenta, pero no dijo nada.
Fue a donde el rey estaba sentado y saludándole dijo:
—Obedeceré cualquier cosa que digas. Krishna seguía sonriendo sin decir nada. En
los labios del sabio Vidura, también se dibujaba una expresión de picardía. Dhritarashtra
llamó a Vidura a su lado y le dijo:
—Debes apresurarte con los preparativos para la coronación. Decoremos la ciudad
con los mejores ornamentos para celebrar este gran acontecimiento. Estoy enormemente
complacido con el curso que están tomando los acontecimientos. Siento que me he
quitado un gran peso de encima. Veré al hijo de mi hermano convertido en el señor de la
tierra.
Bhishma, Drona y Kripa estaban contentos por las afectuosas palabras del rey. Por fin
Krishna habló y dijo:
—Entiendo el ansia del rey por celebrar la coronación. Es correcto que los preparativos
se hagan inmediatamente. Todos estamos ansiosos de ver a Yudhishthira coronado rey.
En ese momento entró Vyasa. Todos los reunidos en el salón se levantaron como
si fueran uno, y le rindieron honores. Él estaba allí para presidir la ceremonia. Los
preparativos eran ciertamente exuberantes. Parecía como si el rey estuviera celebrando
la coronación de su propio hijo, así de cálido y entusiasta era todo el ambiente.
En el día propicio sugerido por Vyasa, se celebró formalmente la coronación. Kripa,
Bhishma, Drona, Dhaumya, Vyasa y Krishna bendijeron a Yudhishthira con estas pa-
labras: « ¡Que conquistes el mundo entero! ¡Que realices el gran Rajasuya y el yaga
Aswamedha! ¡Que vivas por largos años y gobiernes el mundo como lo hicieron tus
antepasados! ¡Que tu fama se propague por los cuatro vientos al igual que la brisa se
lleva el perfume de las flores! »
Los corazones de todos los asistentes estaban llenos de gozo, todos menos el de
Duryodhana, naturalmente. El rey sabía el dolor que estaba consumiendo a su hijo y
estaba intentando encontrar algún medio para tranquilizarle. Duryodhana significaba
para él su propia vida. El rey en presencia de todos los cortesanos y de Krishna, dijo a
Yudhishthira:
—Ahora eres el señor de Khandavaprastha. Es lo propio que vayas a tu reino y
comiences a gobernarlo tan pronto como puedas. Fue en Khandavaprastha donde
gobernaron nuestros antepasados pauravas, Nahusha y Yayati y fue la capital del reino
de los kurus durante mucho tiempo. Espero que disfrutes de una vida feliz allí.
Yudhishthira recibió su encomienda con la humildad que le caracterizaba. Se despidió
de toda la familia real y de la gente de la ciudad, y acompañado por Krishna se dirigió
hacia su reino.