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figura. A su lado, montando un caballo gris, verás a su querido hermano Dussasana.
¿Ves ése que se acerca a ellos en ese bello corcel marrón? Observa la hermosura de su
rostro, contempla su ancho, hermoso pecho. Su nombre es Radheya, el amigo más amigo
de Duryodhana. Es el más grande de los arqueros del ejército de los kurus. Duryodhana
cree que en lo que respecta a Arjuna, es como si estuviera muerto, pues Radheya ha
jurado matarle en la guerra que muy pronto tendrá lugar. Mira en la otra dirección. ¿Ves
el Sol de la mañana atrapado en el círculo de joyas de una corona? Es Bhishma, el gran
veterano, quien la lleva. Él es el rey sin corona de todo el país de los kurus, es más,
renunció a su derecho al trono. De no haber sido por esto, la historia de los kurus hubiera
sido otra. A su lado se encuentra Drona, el preceptor de los kurus y de los pandavas.
Cerca de él está su hijo Aswatthama. Incluso desde aquí se puede ver resplandeciente la
joya que brilla sobre su frente. Él es más grande que el mismo Arjuna. Ahora puedes ya
combatir contra todos ellos cuerpo a cuerpo. Ven, vayamos rápidamente hacia el campo
de batalla.
Uttarakumara miró al ejército. Sus nervios empezaron a fallarle y sus rodillas tem-
blaban. Sus cejas estaban empapadas de espesas gotas de sudor. Miró a Arjuna y, con
lágrimas en los ojos, le dijo:
—Estoy aterrorizado con sólo ver este ejército: es inmenso. El ver a los héroes kurus
ha apagado mi ánimo. Todos ellos son invencibles, puedo verlo. ¿Cómo podría yo
luchar contra estos grandes guerreros cuerpo a cuerpo? El mismísimo Indra se llenaría
de terror al ver este espantoso ejército. Todos ellos son maestros consumados en el arte
de combatir. ¿Cómo puedo luchar yo contra ellos? Todo mi cuerpo arde y me siento
desfallecer. Mi padre se ha llevado todo su ejército para luchar contra los trigartas. Me
ha dejado solo y apenas soy un muchacho. ¿Cómo puedo yo luchar contra los kurus?
Por favor, demos la vuelta. Si continúo contemplando este ejército por más tiempo, creo
que me desmayaré. Por favor, llévame de vuelta a la ciudad. He decidido que no voy a
luchar.
Arjuna se rió de él y le dijo:
—Me pides que regresemos porque te aterroriza ver a los enemigos, pero apenas
hace unos instantes me dijiste: « Llévame rápidamente al campo de batalla. » Mi querido
príncipe, hazme caso, no temas a los kurus; no son tan poderosos como aparentan. Tú
podrías derrotarlos fácilmente. Conduciré tu carro sin dificultad a través de sus filas.
Tú eres el hijo de un guerrero, eres el sobrino de Kichaka, el cual era un gran hombre,
era el jefe de tu ejército. Algo de su bravura tiene que haber en tus venas. No debes
desanimarte tan fácilmente. Se te pueden presentar infinidad de dificultades, pero si te
enfrentas a ellas una a una, verás que después de todo, no son insuperables. Anímate, te
conduciré a las filas enemigas. Esta acción te acarreará fama duradera. Recuerda lo que
dijiste en presencia de tu hermana y de las demás mujeres cuando estabas en el palacio