Page 331 - Mahabharata
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4. Virata                                                                                311


               de tu padre. Te fuiste de la ciudad con una pomposidad tal, que si ahora regresas así del
               campo de batalla, se avergonzarán de ti. No debes retroceder, debes luchar; no voy a

               dejarte marchar. Si vuelves sin haber luchado, todos se burlarán de ti y de tu cobardía.
               Veo que me he equivocado contigo; salí a conducir tu carro porque Sairandhri me lo
               pedía y porque me cautivaron tus valientes palabras. ¿Por qué tienes miedo de este
               ejército? Ni siquiera yo, siendo mujer, siento miedo alguno. ¿Por qué tú sí? Te ruego que
               no cubras de vergüenza el nombre de los matsyas negándote a luchar. Vamos, sé valiente
               y sin duda alguna derrotarás a los kurus.
                   Uttarakumara no escuchaba. Le dijo:
                   —Nada me importa; Brihannala, tú no puedes comprender mis sentimientos. Dejé-
               mosles que se lleven todas nuestras pertenencias, rebaños y riquezas. Que el mundo se
               ría de mí, no me importa. Deja que los kurus se adueñen de todas nuestras vacas, ¡qué se
               las lleven! En lo que a mí respecta, no pienso volver. No voy a escucharte; voy a regresar
               a la ciudad.

                   Uttarakumara saltó del carro y comenzó a correr en dirección a la ciudad. Arjuna se
               enojó mucho al ver esto y le dijo:
                   —Esto no es digno de un príncipe. Tú eres un kshatrya. No cubras de deshonor a los
               tuyos. En el campo de batalla es mejor la muerte que la huida.

                   Las palabras de Arjuna se perdieron en el vacío, pues Uttarakumara corría tan deprisa
               como podía.
                   Arjuna saltó del carro y con su capa roja y sus largos cabellos flotando en la brisa,
               corrió tras el huidizo muchacho. La tierra resonaba bajo sus firmes y rápidos pasos.
               Mientras sucedía todo esto, ya se habían acercado demasiado al campo de batalla, de
               forma que podían ser vistos por los enemigos. Los soldados contemplaban todo lo que
               ocurría. Vieron primero un carro solitario que venía de la ciudad. Luego vieron a un
               joven huyendo de la lucha y una persona extrañamente ataviada que corría tras él. En
               total asombro, contemplaban aquella escena y su interés iba en aumento. Los soldados
               hablaban entre ellos y se preguntaban:

                   « ¿Quién será ese muchacho que ha saltado del carro y huye despavorido? ¿Y quién
               será esa otra persona que va ataviada de forma tan extravagante? » Todos seguían
               mirando cuando Drona, fijándose bien en lo que ocurría, dijo:
                   —Va vestido como una mujer, pero es un hombre, y el muchacho huye porque tiene
               miedo, eso es evidente. La persona que le persigue parece que intenta obligarle a que
               regrese a la lucha. Va vestido igual que una mujer, pero, ¡esperad un momento!, su figura
               me resulta familiar... se parece mucho a Arjuna. Tiene la misma cabeza y el mismo cuello.
               Incluso desde una distancia como ésta, puedo reconocerle. Nadie más que él podría tener
               unos brazos tan bellos. Los conozco. Mirad esos anchos hombros y ese amplio pecho. Es
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