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del ajnatavasa de los pandavas. Siento mucho que vosotros, siendo héroes, tuvierais que
hacer servicios menores en nuestra ciudad. Os hemos debido ofender en muchísimos
detalles. En nombre de mi padre y de toda la gente de la corte, te pido que nos perdones
por todos los insultos que habéis tenido que sufrir. Sois nobles; debéis ser buenos con
nosotros y protegernos. Por favor, portaos bien con nosotros.
De sus ojos fluían lágrimas incesantemente. Arjuna le levantó del suelo y le abrazó.
Secó las lágrimas del joven muchacho y le confortó diciéndole:
—Ven, se está haciendo tarde. No te sientas mal; hemos sido muy felices en Virata
y no estamos enfadados en lo más mínimo contigo, ni con tu padre. Pero ahora no
hay tiempo para hablar. Apresurémonos a ir al encuentro del ejército enemigo. Sé mi
conductor, Uttarakumara. Yo lucharé contra ellos. Mis manos me hormiguean de tan
sólo tocar este arco, el gandiva. Vas a ver algo que te gustará. Ya no has de tener miedo
nunca más.
Uttarakumara sonrió con bravura y dijo:
—Desde hoy, nunca, nunca más me amedrentaré. Mi miedo se ha desvanecido como
la nieve se derrite bajo el Sol.
Uttarakumara se sentó en el carro después de ayudar a Arjuna a entrar en él. Arjuna
saludó al arco gandiva y lo levantó con sus poderosas manos. El carro giró de nuevo
hacia el campo enemigo, listo para adentrarse en él.
Capítulo XVII
LOS KURUS DESCUBREN A ARJUNA
RJUNA había quitado del carro la insignia del león de los matsyas, y en su lugar
A había puesto su propia insignia: el mono. El carro iba avanzando hacia el campo
de batalla mientras Arjuna soplaba su famosa caracola, la devadatta; era su sonido
característico. Y, acercándose hacia el frente con el gandiva en su mano, hacía sonar la
cuerda de su arco. Aquel sonido causó terror en los corazones de sus enemigos. Arjuna
se había situado en el campo de batalla.
Drona estaba emocionado de oír el resonar del gandiva y el sonido de la devadatta.
Tenía un aspecto extremadamente feliz. Dijo:
—Aquí viene Arjuna. Tendremos que devolver las vacas y volver a Hastinapura. Sé
que a Arjuna no le costará mucho destruir todo nuestro ejército; volvámonos todos. No
vale la pena luchar.
Duryodhana fue corriendo a la presencia del acharya y le dijo:
—Mi señor, por favor, no hables así, estás desalentando a las tropas. Tú conoces el
propósito de esta expedición, lo decidimos en Hastinapura antes de partir. La captura
de las vacas era sólo un pretexto. El verdadero y auténtico propósito era provocar que