Page 143 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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132       Parte  II. — Doctrina espiritual de Abenarabi
       tual; pero esta experiencia, a su vez, engendra,  si es auténtica, otro
       acto externo de virtud más alta, otro fenómeno ascético. El fenómeno
       místico, según esto, está entre dos ascéticos:  el que lo engendró y  el
       engendrado por él. Esta ley general no tiene sino una excepción: tras
       el fenómeno místico de  la intuición más  alta, que Abenarabi llama
       esencial (dzatí) y que equivale a la unión transformante, definitiva y
       permanente, ya no se engendra ningún acto ascético, como fruto de
       la intuición.

          Abenarabi considera la divina gracia como germen inicial de todo
       fenómeno ascético y místico. De aquí la conveniencia de fijar bien sus
       ideas teológicas sobre este tema proemial para la vida del espíritu (1).
          La gracia (taufic, mowafaca) es una luz y una ayuda de Dios al
       hombre, para que éste conforme sus actos con la ley divina. Su con-
       cepto implica, por ende, un doble auxilio, iluminativo y operativo, como
       en la teología cristiana, de la cual es eco bien claro. No sólo para la
       salvación del alma es necesaria, sino en general para todo acto bueno,
        aunque sólo lo sea con bondad natural, y para lograr toda morada
        mística, aun la más alta. Es más: coincidiendo con San Agustín (2),
       Abenarabi declara paradójicamente que  es indispensable  la gracia,
        hasta para desearla y pedírsela a Dios.
          Aparte de su cardinal división en iluminante y operatoria, cabe to-
        davía subdividir ambas clases en otras dos: gracia natural y sobrena-
       tural o religiosa, según que su efecto se limite simplemente a ayudar
        al hombre para conformar sus actos con lo que pudiéramos llamar ley
        natural, es decir, para obrar rectamente, o que trascienda del orden
        natural, ilustrando y moviendo la voluntad para el acto de fe en Dios
        y en su revelación, para practicar las virtudes teológicas y para ir as-
        cendiendo por los grados de perfección espiritual, desde el propio co-
        nocimiento, umbral de la penitencia, hasta el íntimo trato con Dios y
        la iluminación mística.
          Clasifícase finalmente en directa y mediata, según sea Dios mis-

          il)  Mawaqui,  11,  12, 52, 93, 133.
          (2)  Cfr.  Tixeront,  Hist.  des dogmes,  II,  4S2.
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