Page 144 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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ino quien sin instrumentos criados ilumine y mueva, o se sirva para
ello de la doctrina, exhortación y ejemplo de otros hombres.
En el punto de partida, por consiguiente, del proceso ascético-
místico, se encuentra la gracia como germen inicial. Y Abenarabi, en
efecto, traza la trayectoria de este proceso en términos bien explícitos:
gracia, virtud, fe viva, anonadamiento, unión con Dios, iluminación y
carismas.
El alma es el asiento de la gracia y, por ende, la mansión de Dios,
así como, por el contrario, es la habitación del demonio el alma des-
provista del auxilio divino. Una fantástica distribución local del alma,
para esta inhabitación de Dios y de su gracia en ella, hace Abenarabi
en sus obras con vacilante inseguridad: a veces (1), son cinco las
capas o envolturas concéntricas que enumera, por este orden: alma,
corazón, espíritu, íntimo e intimidad de lo íntimo; otras veces (2),
son seis, pero denominadas físicamente y no con nombres psicológicos
como en la distribución anterior: corazón, membrana, entraña, nú-
cleo, fondo y sangre. A cada una, como órgano, corresponde una deter-
minada función de la gracia, por este orden correlativo: fe; amor;
visión o contemplación de Dios; presencia de Dios; revelación místi-
ca; iluminación (3).
Supuestos estos principios básicos de la espiritualidad de Abena-
rabi, veamos ya cómo se realizan en la vida, primero, y en la doctrina
ascéticomística, después, aunque sea difícil separar ambos aspectos
por completo.
(1) Mawaqui, 89, 122, 141.
(2) Tohfa, 7.
(3) Tohfa, ibidem. Nótese la analogía de estas distribuciones de las capas
del alma con las que introducen en la mística cristiana los tratadistas flamencos,
alemanes y españoles de los siglos xv y xvi.—Más adelante (infra, V.) se
verá que otras veces reduce Abenarabi a tres las capas o estratos psíquicos del
hombre: alma, corazón y espíritu.