Page 167 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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156       Parte II.—Doctrina espiritual de Abenarabi

        bían de ser sus amigos, lo mismo que los enemigos de aquél sus ene-
        migos. Pero este amor filial no debe ser confundido con la familiari-
                                              el maestro
        dad, incompatible con el respeto y el temor. Para evitarlo,
        debía abstenerse de toda confianza, al tratar con los novicios. Hasta
        para comer y dormir habia de cuidar por eso que no lo vieran.
          Los efectos de esta compleja psicología revelábanse en todos los
        menesteres y pormenores de la vida de relación. Ante todo, Abenarabi
        pone el máximo empeño en dejar bien sentada la naturaleza pasiva de
        esta vida de relación, por parte del novicio: en manos del maestro,
        no era más que un instrumento: debía dejarse manejar por él, lo mis-
        mo que el cadáver en manos del que lo lava para amortajarle. Es éste,
        evidentemente,  el mismo famoso símil ignaciano—"perinde ac cada-
        ver" — que tiene, como  el de Abenarabi, sus precedentes bien seguros
        en la literatura del monacato cristiano oriental, según diremos luego.
        Ni la más insignificante iniciativa corresponde, pues, al novicio en su
        iniciación espiritual. Para el éxito, una sola cosa necesita y  le basta:
        querer y hacer lo que el maestro quiera que haga.
          Mas, por su parte, al maestro le es indispensable conocer a fondo
        el alma del novicio, si ha de dirigirlo con acierto. ¿Cómo conciliar am-
        bos extremos, al parecer incompatibles? La confesión o descubrimien-
        to sincero y fiel de la conciencia resuelve el conflicto. Pero ni aun esta
        declaración podía ser de la iniciativa del novicio,  el cual se limitaba
        a esperar en la celda la orden del maestro llamándole a la suya y a
       responder con entera sinceridad a sus preguntas, sin osar nunca inte-
        rrogarle a su vez, ni siquiera para que le aclarase las dudas, pues en
       tales casos Abenarabi aconseja como preferible esperar a que e! maes-
       tro espontáneamente se las resuelva o a que Dios  le ilumine con su
       gracia.
          Entre los favores divinos o carismas místicos que Abenarabi enu-
       mera en sus opúsculos (1) y de cuya efectiva realidad aduce abundan-
       tes casos, uno era el de la comunicación telepática entre las almas y
       singularmente entre maestro y  discípulo. Este recurso preternatural

         (1)  Véase, más adelante,  capítulo  IX.
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