Page 25 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Doctrina católica sobre este problema 21
atribuyen multitud de carismas. Los tratados doctrinales de teología
dogmática y de mística consagran extensos capítulos a demostrar la
posibilidad de tales dones, a armonizar su existencia con los mila-
gros proféticos y a establecer el criterio eficaz para discernir entre
éstos y aquéllos (1). Quitando lo que sea de razón a las hipérboles
forjadas por el entusiasmo religioso y a las ilusiones nacidas de la
simplicidad y buena fe del vulgo indocto, siempre quedará un residuo
bastante numeroso de casos, cuya autenticidad sería imprudente y
acientífico rechazar a priori: tánto es el número total de esos relatos,
y táles los testimonios que acreditan su realidad y los síntomas de in-
genua sinceridad que en ellos aparecen. Las precauciones que los
mismos teólogos musulmanes toman para eliminar en cada caso las
causas de error posible al dictaminar sobre el carácter natural, preter-
natural o sobrenatural de ¡os fenómenos místicos, es otra garantía no
despreciable para el historiador y el psicólogo. Una teoría del discer-
nimiento o discreción de espíritus aparece, en efecto, organizada desde
muy pronto entre los sufíes (2). Según ella, hay que distinguir las
inspiraciones y los éxtasis auténticos, que proceden de Dios o de sus
ángeles, de aquellos otros fenómenos anormales que proceden del de-
monio y de aquellos otros cuya causa radica en la naturaleza débil
o enfermiza del temperamento. Obsérvese de paso que esas mismas
reservas, inspiradas en análoga teoría criteriológica, son tradiciona-
les también en la mística católica, desde San Bernardo por lo menos.
Pasados, pues, por esta criba de la crítica todos aquellos relatos
de carismas, ¿quedarán algunos que en lo humano estén exentos de
toda tacha de ilusión subjetiva y de error objetivo, es decir, que no
quepa atribuir lógicamente ni a patología del sujeto, ni a intervención
del espíritu maligno? A priori no sería lógico negar la posibilidad de
su atribución a Dios como causa, si nos atenemos a la doctrina cató-
lica sobre la economía de la Providencia en la distribución de las gra-
(1) Véase, a título de ejemplo, ei capítulo IX de la parte segunda de este
libro.
(2) Véase más adelante desarrollado este tema en el capítulo XII de la
parte segunda de este libro.