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habían comprendido que no sólo eran amigos, sino que estaban
enamorados.
Al oír que Hindley había llegado, Linton se fue rápidamente a
buscar su caballo y Catalina a su alcoba. Yo me ocupé de
esconder al pequeño Hareton y de descargar la escopeta del
señor, ya que él tenía la costumbre, cuando se hallaba en aquel
estado, de andar con ella, con grave riesgo de la vida para
cualquiera que le provocara o simplemente le hiciera alguna
observación. De este modo me proponía evitar que causase
daños si en su delirio se le ocurría parar el arma.
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