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se fue. Pero ella, que estaba de espaldas, no reparó en sus
movimientos ni en su marcha. Yo me había estremecido y le
hice una señal para que se callara.
—¿Por qué? —preguntó, mirando, inquieta, en torno suyo.
—Porque José llega ya —repuse, refiriéndome al ruido del carro,
que con toda oportunidad oí avanzar por el camino. —Y
Heathcliff vendrá con él. ¡A lo mejor estaba ahora mismo detrás
de la puerta!
—Desde la puerta no ha podido oírme —contestó. —Dame a
Hareton para que le tenga mientras haces la cena, y después
déjame cenar contigo. ¿Verdad que Heathcliff no se da cuenta
de estas cosas, y que no sabe lo que es el amor?
—No veo por qué no ha de conocer todos estos sentimientos —
repuse—, y si es de usted de quien está enamorado,
seguramente será muy desdichado, ya que en cuanto usted se
case, él se quedará sin amor, sin amistad y sin todo...
¿Ha pensado en las consecuencias que tendrá para él la
separación, cuando se dé cuenta de que queda enteramente
solo en el mundo, señorita Catalina?
—¡Qué separación ni qué quedarse solo en el mundo! —replicó,
indignada. —¿Quién había de separarnos? ¡Ay del que lo
intentara! Antes que abandonar a Heathcliff prescindiría de
todos los Linton del mundo. No me propongo tal cosa. No me
casaría si hubiera de suceder así. Heathcliff será para mí,
cuando me case, lo que ha sido siempre. Eduardo tendrá que
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