Page 121 - cumbres-borrascosas-emily-bronte
P. 121

sus sermones, y me fui a acostar con el pequeño Hareton, que

                  estaba profundamente dormido. Oí a José leer, luego le sentí

                  subir la escalera, y en seguida me dormí



                  A la mañana siguiente me levanté algo más tarde que de

                  costumbre, y al bajar vi a la señorita Catalina, que seguía

                  sentada junto al hogar. El señor Hindley, soñoliento y con


                  profundas ojeras, estaba en la cocina también y le preguntaba:


                  —¿Qué te pasa, Catalina? ¡Estás más abatida que un cachorro

                  chapuzado!


                  ¿Por qué estás tan mojada y tan pálida?



                  —No me pasa otra casa —contestó, malhumorada, Catalina —

                  sino que he cogido una mojadura y siento frío.


                  Noté que el señor estaba ya sereno, y exclamé:



                  — ¡Es muy traviesa! Se caló hasta los huesos cuando la lluvia de

                  ayer, y se ha obstinado en quedarse toda la noche al lado de la

                  lumbre.


                  —¿Toda la noche?... ——exclamó, sorprendido, el señor


                  Earnshaw —. ¿Y por qué? No habrá sido por miedo a la

                  tempestad...


                  Como ni ella ni yo deseábamos mencionar a Heathcliff mientras

                  pudiéramos evitarlo, contesté que se le había antojado


                  quedarse allí, y ella no dijo nada.













                                                          121
   116   117   118   119   120   121   122   123   124   125   126