Page 132 - cumbres-borrascosas-emily-bronte
P. 132

la otra ladera del monte. El paisaje, habitación y los que había

                  en ella estaban sumidos en una maravillosa paz. Me era muy

                  violento dar el recado, y principiaba a iniciar la marcha sin


                  transmitirlo, cuando un impulso de locura me hizo volverme y

                  decir:


                  —Hay ahí una persona de Gimmerton que desea verla señora.


                  —¿Qué quiere? —preguntó la señora Linton.



                  —No se lo he preguntado —repuse.


                  —Bien. Echa las cortinas y trae el té. En seguida vengo. Salió de

                  la habitación el señor había venido.



                  —Una persona que la señora no esperaba –repuse— Heathcliff;

                  ¿no se acuerda? Aquel que vivía en casa del señor Earnshaw.


                  —¡Ah, el gitano, el mozo de labranza! ¿Cómo no le has dicho a


                  Catalina quién era?


                  —No le llame por esos nombres, señor —le aconsejé—, porque

                  ella se ofendería si le oyera. Cuando se fue estuvo muy

                  disgustada. Seguramente se alegrará de verle volver.



                  El señor Linton se asomó a una ventana que daba al patio y

                  gritó a su mujer


                  —No estés ahí, querida. Haz entrar a ese visitante.


                  Oí rechinar el picaporte y Catalina subió corriendo, toda


                  sofocada y con una excitación tal, que hasta borraba de su











                                                          132
   127   128   129   130   131   132   133   134   135   136   137