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Desde que me separé de ti he vivido amargamente.
Perdóname... ¡Todo lo he hecho por ti!
—Haz el favor de sentarte, Catalina, porque de lo contrario
vamos a tomar el té frío —dijo el señor Linton, que se esforzaba
por dominarse. —Doquiera que el señor Heathcliff vaya a pasar
esta noche, tendrá seguramente que andar mucho, y yo, por mi
parte, siento sed.
Catalina se sentó, acudió Isabel y yo me retiré. La colación no
duró más de diez minutos. La señora apenas probó bocado y
Eduardo tampoco. El visitante no estuvo más de una hora.
Cuando salió le pregunté si se iba a Gimmerton.
—Voy a Cumbres Borrascosas —repuso. —El señor Earnshaw me
invitó cuando estuve esta tarde a visitarle.
¡De manera que había visto al señor Earnshaw y éste le había
invitado! Acaso Heathcliff había adquirido hábitos hipócritas y
regresaba con el propósito de actuar perversamente, de una
forma disimulada y pérfida. Tuve el presentimiento de que
hubiera sido preferible que permaneciera lejos de nosotros.
A medianoche la señora Linton vino a mi alcoba, se sentó junto
a mi lecho y me tiró del cabello.
—No consigo dormirme, Elena —me dijo como explicación. —
Siento la necesidad de que alguien comparta mi dicha. Eduardo
está disgustado porque me alegro de una cosa que no le
interesa, se niega a hablar y no dice más que tonterías y
recriminaciones, y me trata de cruel porque quiero hablarle de
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