Page 137 - cumbres-borrascosas-emily-bronte
P. 137
esto cuando se encuentra, según él, cansado y muerto de
sueño. Dice que se siente mal; en cuanto algo le contraría
siempre sale con lo mismo. Le hice algunos elogios de
Heathcliff, y entonces, o por envidia o porque en realidad le
duela la cabeza, se ha puesto a llorar. Me he levantado y me he
ido.
—No debía usted elogiar a Heathcliff en presencia suya —
contesté. —Ya sabe que de muchachos se odiaban. Tampoco a
Heathcliff le hubiera agradado oír elogios de su esposo. Los
hombres son así. No hable usted a su esposo de Heathcliff, a no
ser que quiera usted provocar un choque entre ellos.
—Eso es señal de inferioridad —dijo Catalina. —Yo no envidio el
rubio cabello de Isabel, ni su piel blanca, ni el cariño que toda la
familia siente hacía ella. Cuando discuto por algo con Isabel, tú
te pones de parte suya, y yo cedo en todo, como una madre
débil y condescendiente. A su hermano le gusta que seamos
buenas amigas, y a mí también. Pero son dos niños mimados,
que se figuran que el mundo ha sido creado para complacerles.
Yo procuro complacerles, sí; pero no dejo de pensar que les
sentaría bien una lección.
—Está usted equivocada, señora Linton —dije—; son ellos los
que procuran complacerla a usted. Me consta lo que pasaría en
caso contrario. Ellos podrán tener algún capricho; pero, en
cambio, no hacen más que amoldarse a todos sus deseos. Y
desee usted, señora, que no se presente alguna ocasión de
probar su carácter, porque si llega ese caso, esos que usted
137