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supone inferiores y débiles demostrarán tanta energía como

                  usted misma.


                  —En ese caso, lucharemos hasta la muerte, ¿no? —repuso


                  Catalina, echándose a reír. —Tengo tanta confianza en el amor

                  de Eduardo, que creo que podría hasta matarle sin que él se

                  defendiese.


                  Yo entonces le aconsejé que estimara aquel cariño en cuanto


                  valía.


                  —Ya lo estimo —contestó—, pero él no debería romper en

                  lágrimas por pequeñeces. Eso es una niñería. Cuando le he


                  dicho que Heathcliff merecía ahora el respeto de todos y que

                  cualquiera se honraría con su amistad, ha debido mostrarse de

                  acuerdo conmigo. Tiene que acostumbrarse a él y hasta podría

                  llegar a apreciarle. Heathcliff se portó bien con él, si tenemos en


                  cuenta los motivos que tiene para no sentir simpatía hacia su

                  persona.


                  —¿Qué opina de su visita a Cumbres Borrascosas? —dije. —Al


                  parecer, se ha corregido en todo y perdona a sus enemigos,

                  como buen cristiano.


                  —Estoy tan asombrada como tú —repuso ella. —Según él ha


                  explicado, fue allí para preguntar por mí, pensando que tú

                  seguirías viviendo en la casa. José se lo dijo a Hindley, y éste

                  salió y empezó a hacerle preguntas sobre su vida. Luego le

                  mandó pasar. Había varias personas jugando a las cartas, y


                  Heathcliff tomó parte en el juego. Mi hermano le ganó algún






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