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—Demasiado, sin embargo, para alimentarse durante él sólo de

                  agua y de mal humor —contesté.


                  —Me han parecido horas interminables —dijo ella, dubitativa. —


                  Debe de haber transcurrido más tiempo. Recuerdo que después

                  de que ellos riñeron yo me fui al salón, que Eduardo estuvo muy

                  cruel y muy provocativo y que vine a este cuarto desesperada.


                  En cuanto eché el cerrojo se me nubló la cabeza y caí al suelo.

                  No pude advertir a Eduardo que estaba segura de sufrir un

                  arrebato de locura, si seguía desesperándome, porque perdí el

                  uso de la palabra y del pensamiento. No sentía más impulso


                  que el de huir de él. Antes de que pudiese recobrarme, empezó

                  a oscurecer, y te diré lo que pensé y lo que he seguido

                  imaginándome, hasta el punto de hacerme temer perder la

                  razón. Mientras estaba tendida al pie de la mesa, distinguiendo


                  confusamente el marco gris de la ventana, me figuraba estar en

                  mi lecho de tablas de Cumbres Borrascosas, y mi corazón

                  sentía un dolor agudo. Traté de comprender lo que me sucedía,


                  pensé y me pareció como si los siete últimos años de mi vida no

                  hubieran existido. Yo era aún niña, papá acababa de morir y el

                  disgusto que sentía era por la orden de Hindley de que me


                  separase de Heathcliff. Me encontraba sola por primera vez, y

                  al despertar, tras una noche de llanto, alcé la mano para

                  separar las tablas del lecho. Tropecé con la mesa, pasé la mano

                  por la alfombra y entonces recuperé la memoria. Y aquella


                  angustia se anuló ante un frenesí de mayor desesperación... No

                  comprendo por qué me sentía tan desdichada...







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