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—¿Por qué riñeron? —preguntó entonces Catalina, disgustada.
—Porque él creyó que yo era demasiado pobre para casarme
con su hermana —exclamó Heathcliff. —Se disgustó conmigo
cuando lo hicimos, y no me perdonó jamás.
—Eso no está bien —dijo la muchacha. Pero Linton y yo no
tenemos la culpa. En vez de venir yo, es mejor que él vaya a la
Granja.
—Está demasiado lejos para mí, Cati —respondió su primo—.
Andar seis kilómetros me mataría. Ven tú cuando puedas; por lo
menos, una vez a la semana.
Heathcliff miró con desprecio a su hijo.
—Me temo que voy a perder el tiempo, Elena –rezongó—.
Catalina verá que su primo es tonto, y le mandará al diablo. ¡Si
hubiera sido Hareton! Te aseguro que me lamento
continuamente de que no sea como él, a pesar de lo degradado
que Hareton está. Si el chico fuera otro, yo le querría. No, no
hay miedo de que ella se enamore. No creo que pase de
los dieciocho años.
¡Maldito tonto! No se ocupa más que de secarse los pies, y ni
mira a su prima.
¡Linton!
— ¿Qué, papá?
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