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—¿Que no puedes leerlo? —respondió Cati. —Yo sí que lo leo;
pero lo que quiero es saber por qué está ahí.
Linton soltó una risotada, primera manifestación de alegría que
daba.
—No sabe leer —comunicó a su prima. —Supongo que te
asombrará saber que es un burro tan grande.
—¿Está bien de la cabeza? —preguntó Catalina seriamente. —
Sólo le he hecho dos preguntas; pero creo que no me entiende,
y, además, me habla de un modo tal, que tampoco yo le
comprendo.
Linton se volvió a reír, y miró despreciativamente a Hareton,
que no pareció ofenderse por ello.
—¿Verdad que todo es cuestión de pereza, Hareton? — dijo—.
Mi prima se imagina que eres un idiota. Entérate de a lo que
conduce despreciar los libracos, como tú dices. ¿Has oído cómo
pronuncia, Cati?
—¿Pa qué diablos necesito tener buena pronuncia? —respondió
Hareton.
Y siguió hablando a su manera, con gran regocijo de mi
señorita.
—¿Y pa qué diablos necesitas mencionar al diablo en esa frase?
—dijo Linton, haciéndole burla. — Papá te ha ordenado hablar
correctamente, y no dices dos palabras sin cometer una
incorrección. Procura portarte como un caballero.
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