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violencia. Cogió a Linton por un brazo y le arrojó al suelo

                  bruscamente.


                  »—¡Lárgate a tu habitación! —profirió, con la voz airada y el


                  rostro contraído de rabia. —Llévatela contigo, y si viene a verte,

                  libraos bien de aparecer por aquí. ¡Fuera los dos!


                  »Y obligó a Linton a irse a la cocina. A mí me amenazó con el

                  puño. Muy asustada, dejé caer el libro, y él de una patada lo


                  lanzó fuera de la puerta, que cerró furioso detrás de nosotros.

                  Oí una maligna risa, y al volverme distinguí junto al fuego a ese

                  odioso José, que se frotaba las manos y decía:



                  » ¡Ya sabía yo que acabaría echándoles fuera! Es todo un

                  hombre, ¡sí! Y se va espabilando... Él sabe muy bien quién debía

                  ser el verdadero amo aquí. ¡Ja, ja, ja! Bien les ha chasqueado,

                  ¿eh?



                  »—¿Adónde vamos? —pregunté a mi primo sin atender al viejo.


                  »Linton temblaba y se había puesto pálido. Te aseguro, Elena,

                  que no estaba nada guapo en aquel momento. Daba miedo


                  mirarle. Su delgado rostro y sus grandes ojos ardían de

                  impotente furor. Pulsó el picaporte de la puerta, pero no pudo

                  abrirla, porque estaba cerrada por dentro.


                  »José se echó a reír de nuevo burlonamente.



                  »—¡Ábreme o te mato! —rugió Linton. —¡Te mato, demonio!


                  »—¡Mira, mira! —dijo el criado. —Ahora es el genio del padre el

                  que habla por su boca. ¡Claro, todos tenemos parte del padre y







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