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parte de la madre! Pero no temas, Hareton, muchacho, no te
haré nada...
»Cogí las manos de Linton y quise separarle de la puerta, pero
gritó de tal modo que no me atreví a insistir. De pronto, un
terrible ataque de tos apagó sus gritos, echó una bocanada de
sangre por la boca y cayó al suelo. Me precipité al patio,
asustadísima, y llamé a Zillah. Ella dejó las vacas que estaba
ordeñando y corrió hacia mí. Mientras le explicaba lo sucedido
procuré atraerla junto a Linton Earnshaw, que había salido, se
llevó a su cuarto al pobre enfermo. Zillah y yo le seguimos, pero
Hareton me ordenó que me fuese a casa. Le contesté que él
había matado a Linton, y quise entrar. Pero José cerró la puerta
con llave y me preguntó si me había vuelto tan loca como mi
primo. En fin: yo me quedé allí llorando, hasta que volvió la
criada diciéndome que dentro de poco estaría mejor y que no
había por qué llorar de aquel modo. Luego me hizo ir al salón a
pesar mío.
»Yo me mesaba los cabellos, Elena. Lloré hasta abrasarme los
ojos. Y ese rufián que te inspira tantas simpatías se atrevió a
encararse conmigo varias veces, y hasta me ordenó callar. Le
dije que iba a contárselo todo a papá, y que a él le llevarían a la
cárcel y le ahorcarían, lo que le asustó mucho. Se marchó para
ocultar su miedo. Me convencieron por fin de que me fuera.
Cuando yo estaba a unos cien metros de la casa, él apareció de
pronto y detuvo a Minny.
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