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Y lo pensé en presencia de mi amo, a quien relaté todo lo
sucedido, menos el detalle de las charlas de Linton con Cati, y
sin aludir a Hareton. El señor se disgustó mucho más de lo que
aparentó. A la mañana siguiente supo Cati que yo había
traicionado su secreto y también que las visitas se habían
terminado. Lloró y rogó a su padre que se compadeciese de
Linton. Lo más que pudo conseguir fue que su padre escribiera
al muchacho diciéndole que podía venir a la Granja si gustaba,
pero que Cati no volvería a Cumbres Borrascosas. Y creo que si
hubiese sabido cuál era el carácter y el verdadero estado de
salud de su sobrino, ni siquiera hubiera accedido a darle aquel
pequeño consuelo.
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