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—Creo que sí —repuso—, porque ya sabes cuánto le gustaba

                  exhibir sus propios sufrimientos. No es que esté tan bien como

                  me ha rogado que diga a papá, pero debe de estar mejor.



                  —A mí me parece, señorita —contesté —, que está mucho peor.


                  Linton despertó en aquel momento, sobresaltado, y preguntó si

                  alguien le había llamado por su nombre.



                  —No —dijo Cati. Debes de haberlo soñado. No comprendo

                  cómo puedes dormirte en el campo sobre todo por la mañana.


                  —Me pareció oír a mi padre —dijo él. —¿Estás segura de que no

                  me ha llamado nadie?



                  —Segurísima —dijo su prima. —Únicamente hablamos Elena y

                  yo acerca de ti. Dime, Linton: ¿estás en realidad más fuerte que

                  en el invierno? Porque si lo estás, es bien seguro que me quieres

                  menos... Anda, dime: ¿estás mejor?



                  Linton rompió en lágrimas al contestar:


                  —Sí...


                  Y seguía mirando a un lado y a otro, bajo la obsesión de la voz


                  de su padre. Cati se puso en pie.


                  —Tenemos que marcharnos —le afirmó—, y me voy muy

                  decepcionada.


                  Pero a nadie se lo diré. No te figures que por miedo al señor


                  Heathcliff.


                  —¡Cállate! —murmuró Linton. Mira: Allí está.







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